Factor
Burzaco 3.76. Algo más que el tercero, poco menos que un
cuarto. Y la posibilidad de disponer otra vez en nuestro país, a diez años de
su debut, de un disco de esta agrupación esencial. Hasta ahora sus álbumes
habían circulado en el exterior bajo cuidadas ediciones del sello italiano
altrOck. Pero parece que Abel Gilbert, líder y compositor del proyecto FB,
sintió la necesidad de asentar una presencia en la escena local que excediera a
la de esos pocos enterados que han (hemos) venido siguiendo con interés su
singular evolución. Para ello realiza una apuesta que, como todas las
iniciativas independientes, no carece de riesgos. Promete un concierto en la Usina del Arte para el próximo domingo
18 de octubre junto a Carolina Restuccia y el EPN trío, músicos que forman a su
vez la columna vertebral del sonido Burzaco. El motivo, la presentación de 3.76, un CD editado de manera
autogestionada que, dado el desinterés de la prensa mainstream, Abel insiste en
difundir por canales alternativos: el boca en boca o, en su defecto, el
sustituto tecnológico de aquellas entrañables relaciones personales que son hoy
las modernas redes sociales. Una postura que, a mi modesto entender, parte de
un acertado diagnóstico acerca de las transformaciones musicales de estos
últimos años. Abel lo explica con una metáfora del filósofo Theodor Adorno:
“La paleta de lenguajes que atraviesan esta música no es caprichosa,
responde a la certeza de que determinados territorios que delimitaron,
clasificaron y jerarquizaron la música han caducado. Fueron. Ya nadie se toma
demasiado en serio la seriedad de la música seria. Con esa certeza Burzaco se
ha convertido en el “medio” –el instrumento- para difuminar la frontera que
separa a lo “bajo” de lo “alto”. En un principio, Factor Burzaco se configuró
alrededor de un grupo refugiado en el sur (ya no: nos hemos dispersado por el
mapa). Un sur que no solo es topográfico, el punto de un recorrido hacia la
nada, sino también una forma de crear e intervenir en medio de la adversidad y
la amenaza, sobre los escombros de una escena musical devaluada, en la que no
solo se verifica una constante regresión de la escucha sino que se acentúan las
dificultades materiales y de difusión. Entre 2004 y el presente han cambiado
los formatos y se ha profundizado el proceso de desmaterialización de la
música. Han irrumpido otros soportes y otras mediaciones. Nosotros seguimos
apostando al disco. Como aquellos náufragos que lanzan una botella al mar,
sabemos que siempre hay –siempre habrá- alguien del otro lado dispuesto a
cruzar el límite de una práctica normalizada. Burzaco ha arrojado su botella.
Que otros la tomen.”
Factor Burzaco 3.76 es un
disco de versiones (no exactamente remixes) en donde el grupo reinventa su
propio pasado. “Mesianik” y “Como acariciar un tigre muerto” señalan la
considerable distancia que los separa de sus inicios. La primera ofrece un
espacioso interludio instrumental -donde confluyen por igual flautas y saxos
con guitarras, bajos y pianos- que se extrañaba en FB 1, dominado por la urgencia enrarecida que caracteriza el canto
de la mencionada Carolina. La otra comienza con una introducción de piano en
clave contemporánea y evoluciona hacia un avant funk pletórico de pausas y cortes abruptos, que
muestra la endiablada capacidad de Abel para generar atmósferas variadas en el
medio de lo que, al fin y al cabo, sigue siendo casi siempre una canción. Me
atrevería a decir que el nombre del juego consiste en la búsqueda de una
belleza crispada, tanto más bienvenida en cuanto escapa a las coordenadas
estéticas reinantes.
Hay
multifónicos y vibratos, como los del “Qué” que inaugura el disco, un título
que constituye una interrogación arrojada como un desafío. Dos piezas para
piano solo en las capaces manos de Lorena Torales –“Mesianik en Saigón”
(¿Messiaen en Vietnam?) y “Qué 2”- que indican tanto la familiaridad como la
incomodidad de Gilbert ante la herencia de la música contemporánea. O la
notable “Inter-dicción”, liderada por la guitarra crimsoniana de Pedro Chalko
que dialoga con el vibráfono de Facundo Negri, mientras la Restuccia le hace
honor al título jugando con una dicción entrecortada.
Los temas
restantes constituyen un ámbito fluido en el cual Gilbert da rienda suelta a
sus obsesiones. “LAS (y Orfeo)” propone una síntesis admirable entre Luis
Alberto Spinetta y el Orfeo de
Monteverdi. Una manera de violar las sacrosantas distinciones entre lo culto y
lo popular. Una atmósfera morosa, de progresión ralentada, con una lírica hecha
de fragmentos spinettianos y un coro renacentista (o del barroco temprano) que
concluye con una cita doble de Hammond (al “Corto” de Pescado Rabioso y a la
ópera del título) por parte de un invitado eminente: el mismísimo Carlos
Cutaia.
“Arnold
Turro” y “Dans Arnold Tanz” la emprenden contra Arnold Schönberg. Otro funk
interrumpido por interludios de cámara que se burla del exasperante orgullo
germano del compositor vienés y, en su continuación electrónica, lo pone a
bailar entre procesamientos de voces que comienzan en clave de rap hasta
concluir en tecno puro y duro. Un ajuste de cuentas con la tradición que
constituye a su vez un manual de cómo trabajar contra ella.
Finalmente
la trilogía de “Guantanabu” que constituía la piéce de résistance de FB
2. Menos electroacústica que en el
original, persiste como homenaje a las complejidades de la música en el texto
de Marcelo Cohen. Cambia el recitante (aquí Marcelo Delgado) y la forma de su
configuración. El tono de la primera parte, amén del recitado, lo da el
entrecortamiento de piano, guitarra (otra vez de resonancias al Robert Fripp de
los ’80) y vientos. La segunda parte se caracteriza por unísonos de saxos y clarinete
bajo que decantan en noise. El inesperado armonio del final le concede una
cualidad de musique antique que
delata la voluntad de atravesar horizontalmente todas las disponibilidades del
pasado. La tercera añade gradualmente capas instrumentales en el marco de una
repetición minimalista un tanto libre, de esas que permiten escapadas armónicas
que una estricta observancia de las normas no autorizaría.
En
definitiva, se trata de la cuestión de la perspectiva.
¿Cómo enfrentarnos a la abigarrada herencia musical que nos rodea? ¿Qué hacer
con el pretérito, incluido el nuestro, desde el punto de vista del futuro?
¿Dónde situar la punta del compás que nos permita desde allí generar un
movimiento? ¿Cómo configurar un manual de reinvenciones estilísticas que apunte
a diferenciarse de tanto estímulo sonoro y nos permita establecer una identidad
definida? Me consta que todo esto ha rondado la cabeza de Abel durante los
últimos diez años. Es, si se quiere, el material del que está construido ese proyecto
alucinado que se llama Factor Burzaco. No han sido muchas las oportunidades de
atestiguarlo en vivo. El próximo domingo a las 18hs., en la Usina del Arte de La Boca, habrá una
nueva. ¿Te lo vas a perder?
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