Thursday, February 09, 2006

En los extramuros del underground

Reproducimos aquí, en partes, una extensa nota de nuestro colega limeño Luis Alvarado que apareció en papel en el reciente número de su revista Autobus. El artículo lleva como subtítulo Otra historia: Música electrónica, noise, post-rock y rock experimental en el Perú y trata justamente de eso, de una nueva y peculiar escena que parece haberse gestado en los últimos tiempos en el país andino. For your pleasure...

Cuando uno busca en el diccionario el significado de la palabra extramuros se encuentra con definiciones como: "fuera de la ciudad" o "fuera de las murallas". Los extramuros son pues aquellos espacios ubicados más allá de los límites que definen un territorio legitimado. ¿Qué significa entonces hablar de los extramuros del underground peruano? Significa hablar de aquellas propuestas musicales que se han desarrollado fuera del espacio habitual de ese universo underground asociado a ciertos formatos rockeros, especialmente punk y, por lo tanto, fuera también de sus planteamientos, de sus modos de operar y de sus expectativas. Un mundo ubicado en una vía al margen, que ha ido teniendo en los últimos años un crecimiento considerable gracias al surgimiento de una serie de propuestas musicales carentes de un circuito estable, que más bien se han constituido como grupos e individualidades independientes, y que se han distinguido por sintonizar con ciertas vanguardias rockeras y electrónicas, sin miedo a transitar por planteamientos sonoros que pueden ir de lo extremo ruidista a sofisticados paisajes electrónicos, pasando por ejecuciones rockeras que rehuyen el lugar común. Pero ante todo los distingue cierta aureola solitaria, de artistas desterrados, sin una escena definida y mas bien fragmentada y disgregada.
Y es que hablar de extramuros lleva también una trampa implícita, y nos obliga a plantear cuestiones como: "arraigo conflictivo" o "síndrome de deriva". Uno percibe de estos extramuros una marginalidad que por momentos toma la imagen del destierro y el abandono, y una libertad que se construye en la no pertenencia, que se yergue en el cobijo de (sub)culturas que flotan intermitentes en esos alrededores oscuros, las mismas que pese a todo han podido tejer su propia historia, una línea tenue y frágil, pero persistente.
No tiene porque sorprendernos la existencia de esta área límite, lo que llama la atención es la gran cantidad de propuestas peruanas (principalmente limeñas) que bajo esas características se han ido dando a notar en los últimos años y que de alguna manera representan en conjunto una especie de grito silencioso, que antes de generarnos indiferencia debería ser un signo a evaluar, una señal de que aquí algo está pasando.
La intención de este artículo es tratar de descubrir esa posible historia de sonidos divergentes, identificando esas propuestas no vistas, esos sonidos muchas veces secretos donde abundan los proyectos paralelos, la experimentación y los tirajes limitados, los mismos que fueron apareciendo en las postrimerías de aquello que se conoció como “movida subterránea”, a fines de los 80s y se constituyeron como microescenas durante los 90s, hasta llegar a nuestros días, en que una computadora puede reemplazar a un estudio de grabación y todo se ha vuelto más grande y complejo de lo que parece.

Cero
Partamos de un aspecto significativo: a la poca repercusión que el rock ha tenido en el imaginario local, se le suma que nuestra pequeña historia rockera ha sufrido una serie de discontinuidades y frenos prematuros, cuyas razones parecen descubrir rasgos que definen nuestra idiosincrasia. En los setentas, por ejemplo, la falta de identificación entre las bandas de rock y el público migrante que se asentó en la capital fue un factor decisivo para la extinción de nuestra primera camada rockera (Un buen análisis de esta etapa en el artículo ¿Por qué se fue? ¿Por qué murió? de Fidel Gutierrez http://esculpiendo.blogspot.com/2004_10_01_esculpiendo_archive.html). Y por su parte, en los ochentas, un romanticismo/ dogmatismo radical entre los subtes que tras su desgaste no pudo encontrar un cauce para aspirar a una renovación. No es extraño entonces que actualmente aparezcan muchas propuestas que no le deban prácticamente nada a dicho pasado musical, no porque renieguen de ellas sino porque simplemente las ignoran, pues se han extinguido como presencia. Se trata pues de una serie de oleadas autónomas que se han hecho bastante visibles en los últimos años, gracias también a las posibilidades que el uso de nuevas tecnologías ha brindado para la producción independiente.
Esto ha ido creciendo y en la actualidad ese desarrollo ha supuesto la ilusión de una escena alternativa y, digamos, ecléctica. Una en donde conviven algunas de las variedades más inquietas de la música electrónica, el post rock, el noise y el rock psicodélico básicamente. No es inusual pues que diversos estilos aparezcan agrupados en compilatorios o que bandas muchas veces disímiles interactúen en un mismo concierto dejando constancia de esa variedad. Sin embargo no deja de molestar que esa convivencia generada tenga una razón antes que nada práctica. Lo que comparten los grupos no parece trascender más allá de una esperanza común por sacar adelante sus propios proyectos. Pero para bien existe la ilusión de una movida independiente que busca construir un espacio nuevo de acción.

Continuará
Luis Alvarado

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