Friday, February 17, 2012

Una Cordillera Inmensa

La noticia de la muerte de Luis me sorprendió viajando por el sur y me alcanzó como ese viento patagónico del que no hay reparo posible ¿Y tiene algún sentido buscar algún reparo? Es que más allá de los lugares comunes que se escucharon una y otra vez tras conocerse su deceso, se hace difícil calcular lo incalculable.

Tan de chico estuve expuesto a la música de Spinetta que me pregunto qué hubiera sido sin eso, digo, cómo nos hubiera afectado a todos no tenerlo ahí. Mi hermano traía LPs a casa y desde que tengo memoria recuerdo una edición del doble de Almendra con tapa alterada: la foto en la sala de ensayo y la contratapa en un escenario de tablones tenían una mística telúrica que hasta hoy en día me resulta imborrable ¡Después de ver eso uno quería ser músico aunque no supiera cómo! Cuando escuché por primera vez “Agnus Dei” quedé anonadado: esa catarata eléctrica de 14 minutos es lo menos cercano a un hit de FM que uno puede imaginar, ahí -con la indispensable ayuda Edelmiro Molinari, Emilio del Güercio y Rodolfo García- se encargaban de llevar al rock al borde mismo de sus fronteras. Y qué decir del doble de Pescado Rabioso, de los discos de Invisible, de Jade, de Kamikaze: todos son fruto de una exploración pura.

Creo que la escucha de sus discos es necesaria y es como ir a una fuente; depende del período en que uno esté y lo que se esté buscando, cuán cercano se va a sentir a tal o cual disco. Y siempre se pueden redescubrir! A mi me pasó a principios de los 90’s con Alejandro Fiori (guitarrista de Los Pillos y Los Encargados), teníamos un proyecto y Fiori mencionaba a Spinetta todo el tiempo, al principio creí que sólo de puro fanatismo pero después me di cuenta que no, así que volví a reescuchar los discos ya con otra perspectiva y los disfruté el doble. A Spinettalandia y sus amigos lo encontré por esos años en CD -ya que nunca lo tuve en vinilo- y fue toda una revelación, ese disco crudo y despojado es otra gema de un rock liberado de formas que no acepta concesiones.
Hace días que vengo leyendo párrafos ponderando la pluma y el talento musical de LAS, lo cual no está en discusión, pero lo que parecieran no advertir muchos es algo mucho más de fondo. Lo que recorre toda su obra es una enorme batalla por trascender la obviedad. Celebro al Spinetta experimental, al que “no se le entendían las letras”, el que tomaba riesgos artísticos, el que se reinventaba una y otra vez. Y creo que en eso y en la búsqueda de una belleza indeleble, dejó su vida. “A Starosta, el idiota”, “Jugo de Lúcuma”, “Madreselva” o “Por” quedan como muestra, pero la lista sigue y es enorme.

El año pasado hablando con Jim O’Rourke después de un concierto que tocamos en Japón, me preguntó por Spinetta, hablamos de sus discos y me contó que había un bar en Tokio en el que el dueño pasaba Invisible y Pescado todas las semanas. Seguramente allá no entienden las letras, pero sin ningún marketing -sólo con su propia magia- su música igual conmueve a los nipones. La justicia poética es lenta pero siempre llega.
Ahora, sobre ese vacío que uno siente por estos días, mejor es no hablar mucho, a lo sumo regarlo con un poco de música, a ver si de ahí crece algo. La obra de Spinetta es una cordillera inmensa. Y como todas las grandes montañas, cuanto más altas, más las disfrutan los andinistas.

Alan Courtis

Thursday, February 09, 2012

Mi espíritu se fue...

Ayer falleció Luis Alberto Spinetta. Por estas horas ríos de tinta se acumulan en las redes sociales y en los periódicos. Pasquines aberrantes como Gente, Noticias y tantos otros seguramente estarán preparando sus ediciones de lujo al respecto, siempre dispuestos a comerciar con la muerte y la desgracia ajenas. Por los noticieros y los programas de chismes desfilarán toneladas de oportunistas hablando boludeces. No lo sé, apenas lo imagino, puesto que me he negado a encender la radio o la televisión. No he entrado a Facebook. No uso Twitter. Sus fans tienen derecho a llorarlo. El resto es inevitable.


Escribo este post de un tirón. Sé que no tiene mucho sentido sumarme a los panegíricos, aunque por una vez sean merecidos. Pero como cientos de miles de argentinos, no puedo evitar convertirlo en mi propio duelo personal. Tal vez lo mejor sea remitirme a un par de reminiscencias personales. La primera se remonta a mis años de escuela secundaria, cuando un profesor de historia nos explicó por qué “Plegaria para un niño dormido” era una canción extraordinaria: sus giros, sus imágenes, la lírica evocativa. Por entonces tenía 14 años y andaba descubriendo la poesía. De Spinetta ya era un fanático convencido. Era por la época de A 18 minutos del sol y estaba alucinado por esos versos con los que el Flaco describía el llanto de su hijo recién nacido: “Un violín que nunca calla/ solo se desprende/ y es igual a las guirnaldas.” Cosas como esta “Canción para los días de la vida”, “Plegaria”, “Los libros de la buena memoria” (“Mi boca besará toda la ternura de tu acuario”) fueron responsables en primera instancia de que comenzara a interesarme la poesía. Y supe mucho más tarde que no había sido el único. A muchas, muchísimas personas de mi generación y de la anterior les había sucedido lo mismo. Seamos honestos, ¿qué rockero argentino podía siquiera soñar con hojarascas que crepitaban o lentas brumas cansadas de dar al muelle? Tal vez los momentos más lúcidos del primer Miguel Abuelo rozaran a veces este grado de genialidad. Después, nadie más. Ni antes ni, mucho menos, ahora. El Flaco te iluminaba con sus canciones. Simplemente hacía que la vida fuera más hermosa. Y vaya si lo necesitábamos en aquellos años infaustos. Recuerdo que escuchábamos Artaud sin entender gran cosa. Pero quedábamos fascinados de inmediato. Y corríamos a averiguar quién era este Artaud que titulaba el disco de nuestro héroe rocanrolero.

Su carrera no fue impecable. Nadie puede sostenerse impoluto en este negocio después de varias décadas. No pudo Frank Zappa, ni siquiera habrían podido los Beatles si no se hubiesen separado a tiempo. Su disco yanqui era aberrante, obsesionado como estaba por Gino Vannelli. Sobreproducido hasta la náusea, con sesionistas sin alma y temas insípidos. No toleraba siquiera el comienzo de “Children of the Bells”, con un horrendo Guillermo Vilas que como letrista siempre fue un gran tenista. Pero el Spinetta de los ’70 era de otro planeta. Hasta podíamos disculparle el machismo de “Me gusta ese tajo” o de “Nena Boba”. Durante década y media militó en una liga de un solo miembro: la suya propia. Y todo se volvía más extraordinario cuando reparábamos en los 17 o 18 años que tenía cuando comenzó con Almendra. El escribía “Figuración”, el resto vivíamos en la edad del pavo. Jade tenía sus momentos, Kamikaze probablemente haya sido su último gran disco. A partir de los ’90 dejó de interesarme. Los Socios del Desierto no le llegaban ni a los talones a Pescado Rabioso o Invisible, su lírica se había vuelto previsible, sus composiciones parecían relajadas, como agotadas. Donde antes había excitación, ahora apenas persistía el aburrimiento, cierta lasitud que no lo favorecía en absoluto.

A partir del 2002, durante unos tres años, viví en varios suburbios de la costa este norteamericana: Middletown/ Connecticut, Poughkeepsie/ Upstate New York, Colonia/ New Jersey. Detestaba esos lugares y, para soportar los largos inviernos, iba a la ciudad de Nueva York casi todas las semanas. En Tonic, el antro avant-garde de moda en aquellos días, el guitarrista de la No Neck Blues Band me arrinconó al salir del baño para decirme que estaba dispuesto a pagar lo que le pidiera por la famosa edición con la tapa irregular de Artaud. Tengo el disco en vinilo (después de todo soy de esa época) pero no ese primer prensaje tan ansiado por los collectors. Que la leyenda del Flaco llegara a los buscadores de rarezas me pareció lógico. Menos lo fue que un par de semanas más tarde, en la puerta donde socializábamos todos los fumadores excluidos, se me acercara una yanqui que, gracias a mi abominable pronunciación inglesa, descubrió que era argentino y me preguntara si me gustaba Spinetta. Le dije que era fanático. Me respondió que ella también. Que un novio argentino le había enseñado todas las letras. Cuando le pregunté por su novio, me contestó que ahora tenía otro. Cuando me lo presenta, el pibe estaba enfundado en una remera de los checos Plastic People of the Universe. Supe que sus gustos, tanto en cuestiones de música como de novios, no eran comunes.

El mes pasado me enteré de que en noviembre había fallecido Ivan Jirous, el ideólogo de esos checos que sin quererlo habían transformado la historia de su país. Sentí el mismo malestar que siento ahora. Entre la escena del underground checoslovaco durante la normalización de Gustav Husak y la Argentina del Proceso hay más de una coincidencia. No es este lugar para exponerlas. Pero sospecho que lo que significó Spinetta para nosotros en algún punto es similar a las resonancias que los Plastics habrán tenido para tantos checoslovacos de nuestra misma edad. Cosas extraordinarias de un mundo ancho que no tiene por qué resultarnos ajeno.

Spinetta no cambió la historia, no sufrió la cárcel ni la tortura como Jirous. No fue un militante contra la dictadura. Pero a su manera, supo contagiarnos un universo diferente, hecho, sin proponérselo, de todo aquello que los militares detestaban: lirismo, inteligencia, esfuerzo, melancolía, inseguridad, cierta levedad bienhechora. Incidió en miles de jóvenes que, sin él, hubiéramos sido menos sensibles, menos curiosos y bastante más ignorantes. Es una verdadera lástima que los buenos mueran tan pronto y siempre permanezcan los mediocres.

Tuesday, February 07, 2012

conciertos del distrito tecnológico 2012

Hola amigos


Los invito a un concierto bastante interesante.
Es la única presentación en Bs As de This is my condition (EEUU), proyecto noiserock de Craig Comstock. batería, bajo-guitarra y voz, todo tocado al mismo tiempo .
Además COSO hará un set nuevo para guitarra bajo, batería y samples de video, se presentan Pablo Verón y Alina Folini mezclando electrónica experimental, danza y sensores de movimiento,y danza contemporánea por Kathryn Trigg y Natalia Tencer . Es GRATIS. Hay CERVEZA. Luego se pasa MÚSICA MÁS AMABLE.

#1

This Is My Condition (EE UU)
COSO
Alina Folini + Pablo Verón
Kathryn Trigg + Natalia Tencer

viernes 10 de febrero 22hs
cheLA [ iguazú 451 ]
entrada gratuita

This is my condition (EE UU)

Única presentación en Buenos Aires del proyecto solista de Craig Comstock, en el que toca guitarra, batería y canta en simultáneo.
En la tradición del noise rock, su música es pesada, fuerte e intensa, y a la vez muy libre y desestructurada.

http://www.youtube.com/watch?v=N8aKJSUqsp4http://www.thisismycondition.com/

COSO

Set noise para guitarra, bajo, batería y film construido en vivo.

http://www.loscoso.com.ar/

Alina Folini + Pablo Verón

Improvisación en danza, música y luz.

http://vimeo.com/27837163


Kathryn Trigg + Natalia Tencer - Un Adagio (Danza contemporánea)

¿De dónde viene la polenta? ¿Cuánto tiempo toma hacer una polenta? ¿5 minutos o 5 meses? ¿En qué tiempo vivo? ¿Si estoy más lenta, ¿se me va a acabar la paciencia? o más importante aún, ¿la alegría, la excitación? ¿Hasta que punto dura el interés? ¿mi interés? ¿Tendría intereses abandonados que no me permito ver? ¿Qué forma toma la resistencia? ¿Qué tiempo y intensidad tienen los impulsos, las idas de esta lentitud? ¿La tentación tiene cuánto poder? ¿Puedo permanecer en la incertidumbre de lo infinito de la lentitud? ¿Y la muerte?

http://www.elninoviejo.blogspot.com/  


Ignacio Parodi
Musicalización. Vinilos. Groove que no lo podés creer.

cheLA [ Iguazú 451 entre Cortejarena y Chutro ]
Subte H Parque Patricios / Colectivos 150 91 28 188 118
Conciertos del Distrito Tecnológico http://condit.org.ar/