Tuesday, June 29, 2004

En vivo: Black Dice en Volume

Sí, Black Dice otra vez, qué le vamos a hacer. La entidad musical más compleja y fascinante de estos días presentaba su nueva producción (Creature Comforts, DFA, 2004) en Volume, una suerte de bodega reacondicionada, situada en uno de los rincones más profundos de Williamsburg, Brooklyn, actual lugar de residencia de la banda.

Luego de que Mr. Cambiasso alcanzara una copia usada del nuevo disco y me ganara la carrera por medio cuerpo, partimos rumbo al lugar del concierto con una puntualidad asombrosa, confiados en que el horario del show sería respetado, como generalmente suele suceder. Pero siempre hay excepciones y para nuestra mala suerte, la espera fastidiosa y frustrante fue uno de los condimentos de la noche. Sin olvidar a los dos actos soportes, que también aportaron al descalabro en que se estaba convirtiendo la velada. Y uno pensaba que estas demoras solo eran parte de nuestro pintoresco panorama local.

Airborn Audio dieron inicio al recital. Un descafeinado dúo hip hop, compuesto por los ex Antipop Consortium High Priest y M. Sayyid, desplegó una propuesta errática en sus ideas, colmada de bajos saturados que remecían las tapaduras de tus caries, sazonados con una monotonía rítmica difícil de soportar. Antipop Consortium fue una entidad única e irrepetible y la ausencia del Señor Beans se nota. Demasiado a mi parecer.

The Juan Maclean venían precedidos por ciertas recomendaciones, además de formar parte del catálogo del hoy en boga sello DFA, al cual también pertenecen los Black Dice. El proyecto en sí está dirigido por el ex Six Finger Satellite John Maclean. Por lo que se logró ver y escuchar, el combo viene siendo como una continuación predecible –filtrada por toda la tendencia funk punk de estos días + DFA Records- del electro rock que supo curtir con su anterior banda: una propuesta cercana al baile, con una serie de elementos que me recordaron algunas cosas de P.I.L. o Devo pero sin acercarse al encanto de ambos. Definitivamente, sería mejor un juicio con material discográfico en las manos, aunque su aporte en la compilación del Sello DFA no da una pauta clara de su horizonte sonoro.

A la 1:45 de la madrugada, por fin aparece Black Dice. Ante un puñado de sobrevivientes a la larga noche desplegaron un set corto y contundente que despejó cualquier clase de dudas o aprensiones que uno pudiese tener. A falta de palabras, en Black Dice los sonidos y los elementos visuales expresan mucho. Con una guitarra en constante loop y millones de máquinas hábilmente manejadas por sus miembros, el ahora trío se las arregla sin problemas para reproducir la atmósfera y el encanto de sus discos.

La música de Black Dice tiene algo complejo y abstracto. Algo que por algún motivo mueve los sentidos hasta llegar a la emoción. La sociedad y el estilo de vida neoyorquino a nadie dejan inmune. La oscuridad de sus apartamentos, la migración demográfica hacia los suburbios (cortesía del ex alcalde Giuliani) y la falta de espacios verdes son capaces de ensombrecer a cualquier ser humano. La abstracta válvula de escape que ofrece el grupo se siente como un alivio, alegra el alma y, por qué no, el corazón. Una pequeña señal de positivismo se percibe en el ambiente y una prueba fehaciente son los títulos de sus discos (al menos, en la etapa en que Black Dice encontró su propio camino sonoro). Por ahí me referí a “vientos de cambios” y es probable que éstos hayan llegado. Cada día son más los que se sienten alentados a escapar al paraíso virtual que propone la banda.

Una experiencia “humana”. La larga espera valió la pena. Es reconfortante volver a casa con al menos una pequeña parte tu alma iluminada. Black Dice lo hizo, y basándose en bizarros sonidos e imágenes. Cuando los gestos valen mas que mil palabras...

Iván Daguer

Sunday, June 27, 2004

Punk Funk, Post-Punk y el Retro Dance de Giuliani

1- Primero fue The Rapture. Unas guitarras fracturadas a la Gang of Four, el pulso del bajo y el canto punk, ligeramente desafinado. “House of Jealous Lovers”, en su versión 12 pulgadas, dominó las pistas de baile neoyorquinas en el 2002. Nadie se preocupó demasiado por el parecido de la voz de Luke Jenner con la de Robert Smith o por la influencia evidente del post-punk británico, que convocaba a consagrados (PIL, Wire) y oscuros (Josef K) por igual.
Después le tocó el turno a “Me and Giuliani Down by the School Yard”. Unos cuantos golpes metálicos a la Nitzer Ebb cedían paso a un bajo de sonido prominente, marca registrada de Chic. Ritmos angulares, una líneas escuetas de trompeta y el crescendo de guitarras anunciando un climax con reminiscencias de New Order (casi todo lo que suena en estos días las tiene). Nueve minutos que transformaron a este tema de !!! en el más bailado del 2003, en esos mismos pisos encerados que el año anterior habían sido testigos del trajín, repetido mil y una noches, de los amantes celosos.
Dos canciones que se convirtieron en himnos de las huestes discotequeras y anticiparon la reciente explosión del punk-funk (o discopunk si prefieren). Otras no tuvieron tanta suerte pero no carecieron de presencia en el eter, el escenario y la pista. Radio 4 viene insistiendo desde el ´99 con esos manifiestos -más nerviosos que agresivos- que mezclan ritmos dub con letras comprometidas en el estilo de los Clash. Su sonido derivativo los relega a ser una banda de segunda línea pero no impide que, cada tanto, facturen un par de temas disfrutables como “Calling All Enthusiasts” y “Dance to the Underground”.
Con su single del 2002 -“Losing my Edge/ Beat Connection”- LCD Soundsystem anduvo empeñado en otra clase de militancia. "I'm Losing My Edge. To the kids from France and London. But I was there, I was there in 1968, I was there at the first Can show in Cologne." Un tono de autoconmiseración entre tanto beat electrónico y referencias al indie como the saddest night out in the USA dan la pauta de uno de los blancos a los que apunta esta movida. Otro favorito en las fiestas de Williamsburg, de la mano de James Murphy, una mitad -la otra es Tim Goldsworthy- del team de productores más cool del momento. Su curriculum indica que son los propietarios de DFA (Death from Above, el sello de Black Dice) y principales responsables de la metamorfosis de The Rapture, una mediocre banda de Sub Pop devenida en fenómeno dance gracias a la mágica mezcla de ritmos pegadizos, actitud punk y producción low-fi (aunque no se note).
Una última mención para Out Hud, mis favoritos del lote. Con raíces en el hardcore punk de Yah Mos y compartiendo miembros con !!!, se caracterizan por un funk espacial que no elude súbitas irrupciones de noise industrial y algunas asociaciones con el euro-beat de Front 242 y cía. Más oscuros, menos predecibles que sus pares, transitan una zona borrosa entre el dub, el post-rock y el noise.

2- ¿Se trata entonces del enésimo revival? No precisamente.
Pongamos por caso el Echoes de The Rapture. La letra del primer tema cita al Phantasmagoria de los Damned, la del segundo, a Heaven 17. “House of Jealous Lovers” y “Echoes” parecen arrancados de algún hallazgo feliz del First Issue de PIL. Y la voz será The Cure hasta la irritación pero su sonido es mucho más crispado, menos empalagoso que el de los adalides del dark-angst.
Todos estos chicos son demasiado conscientes como para reducirlos a un único gesto imitativo. Lo suyo trasciende la mera copia y se adentra en la exploración. La de un momento congelado en el tiempo, un lapso del pop -digamos entre el ´79 y el ´81-´82-, que no fue superado sino apenas descartado. Para 1984, U2 y Annie Lennox, Phil Collins y Duran Duran hegemonizaban los rankings y borraban cualquier rastro de experimentación post punk que pudiera persistir.
Hubo un tiempo que fue hermoso. Y esta es una época fascinada con los sonidos de aquella otra. Cuando se fusionaban géneros en apariencia tan contradictorios como el punk y el dance, la alquimia del pop desprejuiciado invadía los rankings, las cuestiones de clase, raza, sexo y sexualidad estaban a la orden del día entre los rockeros, había toneladas de actitud, diversión y buenas ropas, la movida tenía sus intérpretes inteligentes en críticos como Paul Morley y Ian Penman y hasta Sun Ra aparecía en las tapas del New Musical Express.
Después vendría el C-86, la desorientación y el oportunismo (salvo un instante brillante y aislado en la Melody Maker del ´88 y en las iluminaciones de My Bloody Valentine), la legión de shoegazers, la farsa de Manchester ´89 (Stone Roses, Happy Mondays, Inspiral Carpets, Charlatans) y la larga agonía del ladismo en los ´90, de la mano de Oasis, Nick Hornby y sus secuaces. Para ponerlo en palabras del crítico David Stubbs, “la mayoría de los últimos veinte años han sido, al menos en la música pop, un error crónico.”

3- Algo está empezando a cambiar. La No Wave recupera su momento con las reediciones recientes de Mars y DNA (sigue esperando, hasta donde sé, el seminal No New York producido por Brian Eno). Los amantes del avant-dance redescubren el funk neurótico de sellos como ZE Records y 99 Records. Liquid Liquid, ESG, Konk y Bush Tetras son bendecidos por esta nueva hagiografía. Se alaba ahora el genio admirable de Arthur Russell y algunos ya mencionan a Larry Levan. ZE regresa a lo grande con Mutant Disco- A Subtle Dislocation of the Norm, doble CD que expande un álbum originario del ´81 y revela al eterno August “Kid Creole” Darnell, a dancing queens como Lizzi Mercier Descloux y Cristina, a los olvidados Was (not Was), al ubicuo Bill “Material” Laswell, al impredecible James Chance/ White y a los imprescindibles Aural Exciters entre otras perlas.
Del otro lado del océano unos cuantos reparan al fin en la importancia de Adrian Sherwood y el On-U Sound, aunque Pigbag y Rip Rig and Panic esperen turno para su exhumación. El sonido de Factory y las producciones prístinas de Martin Hannett (Buzzcocks y Magazine, pero también A Certain Ratio y Section 25) vuelven a tener actualidad. Conocidos como Wire, Gang of Four, PIL, New Order y otros configuran el soundtrack de nuestros días pero la lista de oscuridades a la que apelan las nuevas bandas es de una exquisitez interminable: Delta 5, Glaxo Babies, Essential Logic, Josef K…
A finales de los ´80, cuando compartía entusiasmos con Pablo Schanton y nuestra afición por el rock se transmutaba en los primeros escarceos periodísticos, revisamos los comienzos de la década con cierto rigor no exento de pasión. Y a juzgar por lo que se lee hoy en la blogósfera o en las revistas argentinas, nada parece haber avanzado en los últimos 20 años. El olvido, la confusión o la ignorancia siguen siendo moneda corriente. Y aunque al folklore vernáculo le encante presentarnos como enemigos irreconciliables, dudo que haya muchos que conozcan tan bien ese período como Mr. Schanton.

4- La escena del punk funk tiene un plus sociológico que la distingue de sus influencias. Una historia ligada a la Quality of Life Initiative de Rudy Giuliani, el nefasto ex-alcalde de Nueva York. Para controlar la vida nocturna de la ciudad, el fascista de Giuliani apeló a unas leyes antiquísimas y racistas, las Cabaret Laws de 1926, que impedían cualquier intercambio entre blancos y negros en el contexto del renacimiento que el Harlem experimentaba durante los tiempos dorados del jazz y los menos rutilantes de la Prohibición.
En su versión 2003, se usaron para regular las discotecas y criminalizar conductas tan espontáneas como la de ponerse a bailar al ritmo de una canción. Así, si dos o tres personas sacudían sus cuerpos alrededor de un Jukebox, como el local no estaba habilitado, tanto su dueño como los movedizos comensales incurrían en una contravención. Lo mismo valía para los conciertos. Cuando llegué aquí por primera vez y vi que nadie se movía en los recitales, pensé que los yanquis vivían en estado vegetativo.
La inquina de Herr Rudolf contra cualquier hermandad nocturna de espíritus libres se ajustaba a su festejada política de seguridad (la infamemente célebre tolerancia cero) y ocultaba un plan maestro: correr a la población indeseable -bajo la cual se rotulaba a criminales, delincuentes de poca monta, violadores, consumidores de drogas, homeless, trabajadores, amantes de las discotecas y a cualquier habitante de la fauna nocturna por igual- hacia los límites de la ciudad, en lo posible hacia los suburbios. Limpiar Manhattan de cualquier elemento “sospechoso” y promover el alza exorbitante de los alquileres y del valor de las propiedades que hoy castiga a Nueva York. Calidad de vida, entonces, era sinónimo de esta opresión subterránea que transformó a las Cabaret Laws de instrumento racista de antaño en uno claramente clasista.

5- Este es el contexto que convirtió al “Me and Giuliani” de !!! en un éxito masivo. En la principal ciudad del mundo, bailar se asemeja mucho a un acto político de rebeldía. Hay locales habilitados, claro. Pero la abrumadora lista de exigencias anula a los pequeños competidores y deja en la escena a los que mueven ingentes cantidades de dinero. El nuevo alcalde, Bloomberg, accedió al poder con el aporte monetario de los grandes “terratenientes” y no atina a revertir la situación. Que sumada a la nueva persecución contra los fumadores exaspera el asunto hasta límites indecibles.
De ahí también la cita al film Footloose (con Kevin Bacon de protagonista) en la última palabra de la canción de Chik Chik Chik. Una película mediocre sobre la prohibición de bailar por parte de un líder religioso en una pequeña comunidad perdida de los Estados Unidos.
Es esta complicidad entre una ideología populista, la mezquindad mental del habitante medio de los suburbios y los intereses del gran capital la que moviliza a la América de Bush. La que transforma la intemperancia pueril de estos versos de “Pardon My Freedom” –otro tema de !!!- en un acto de estricta justicia: “like I give a fuck like I give a shit like I give a fuck about that shit/ like I give a fuck about that motherfucking shit/ and you can tell the president to suck my fucking dick”
Después de todo, en estos años de inmundicia Bu(ll)-shi(t)-sta, sé de pocos rockeros que le hayan dicho tan clara y sonoramente a Mr. Bush que les chupe la pija.

Norberto Cambiasso

Tuesday, June 22, 2004

UbuWeb: El sentido de la Vanguardia

Mientras no salimos del asombro a propósito de lo estúpidos que pueden resultar los medios masivos mal utilizados, Internet nos vuelve a dar una lección de comunicación alternativa.
Hace ya tiempo que se escuchan todo tipo de comentarios sobre las vanguardias como algo obsoleto o como un "capricho" de la historia del arte. El punto es que mientras legiones de snobs concurren a elegantes exposiciones o compran sofisticados objetos que muestran con orgullo de Bourgeois Bohemians, muchas otras personas insisten en recuperar el espíritu crítico de las vanguardias a manera de antídoto contra el arte como comodidad. A esta última familia de personajes pertenecen los editores y el grupo en torno a UbuWeb, que no por nada lleva el nombre del emblemático personaje de Jarry.

Siguiendo aquel viejo slogan del surrealismo según el que "el arte debe ser hecho por todos" o el más reciente "cada hombre, un artista" del trascendentalista Joseph Beuys; UbuWeb contribuye de modo definitivo a esos principios. Tomando una lógica distancia de los slogans de barricada (sin duda, el tiempo debe hacernos aprender cosas), este notable sitio web nos reconcilia con la mejor tradición de las vanguardias estéticas del siglo XX y con su proyección en los tiempos que corren.
Ya lejos de la euforia del 68, UbuWeb admite algunos aciertos de las filosofías rizomáticas al estilo Deleuze en su aspecto comunicacional : la posibilidad de innumerables niveles de intercambio de mensajes, la existencia de mundos paralelos con opción (o no) de contacto y el acceso rápido a una porción deliberadamente excluída del mundo elegante del arte sin mayor esfuerzo que un click de mouse.

UbuWeb está construyendo un increíble archivo de materiales largamente ignorados (o afanosamente buscados) por muchos. Tiene un mérito fundamental que además hace honor a aquellas vanguardias que se proponían simplemente hacer que el acceso a la expresión artística (o política, o el rechazo a lo peor de las normas vigentes) fuera lo más libre posible. UbuWeb es gratis y de su sitio podemos bajar sin restricción (salvo técnica) incunables sobre poesía concreta y sonora, sound art, radio art, plunderphonics, Fluxus, Arte Conceptual, Minimalismo, Etnopoética, Futurismo, arte de performance, Dada, Surrealismo, Informalismos varios, Patafísica, Letrismo/ Situacionismo, Art Brut y siguen las firmas.

El sitio incluye ediciones de libros enteros escaneados y renovados (pasados a .pdf), como los increíbles Selected Writings de LaMonte Young & Marian Zazeela (que hasta hace poco ostentaba precios de collectors de unos U$S 300), o el indispensable Stockhausen Serves Imperialism de Cornelius Cardew (1974), o los escritos de cine experimental de Stan Brakhage entre muchos otros. Hay que destacar la enorme lista de artículos titulada The Ubu Web Antholgy of Conceptual Writing , donde podremos ver desde el protoconceptualismo de Gertrude Stein hasta los necesarios Bruce Nauman, George Brecht o Vito Acconci. Todo gracias al empeño editorial de Craig Douglas Dworkin. Si alguien estuvo soñando por años ver un ejemplar de la revista/libro/ caja Aspen, aquí podrá bajar todos sus números. Aspen funcionó entre 1965 y 1971, cuando Nueva York todavía era un hervidero de arte conceptual, delirios post- Beatnik y barrios como SoHo o Tribeca no eran sitios caros como hoy. Los números de Aspen eran temáticos y su foco era muy preciso: Minimalismo, Arte Psicodélico, Pop Art, Nuevo Arte Británico, Fluxus u arte asiático, entre otras cosas. Del mismo modo, se puede acceder a audio de Aspen (de sus originales en pequeños discos) y de la notable Source: Music of the Avant Garde, originaria de California (de San Diego si no me falla la memoria) y de la que todavía pueden encontrarse algunos ejemplares en la Pauline Oliveros Foundation por el módico precio de U$s 100 un número.

La colección de MP3 de UbuWeb es igualmente impresionante: calculen más de 200 archivos bajables (aunque, ojo, el sitio tiene baja transferencia de datos y más vale hacer el esfuerzo sólo si se dispone de banda ancha muy potente). Extraños discos de vinilo editados en bajísimas tiradas por galerías de arte y que costarían una fortuna aparecen aquí descaradamente. Por nombrar algunos, mucho futurismo, Poesía Concreta brasileña, todos los Fluxus imaginables y hasta nuestros emblemáticos Reynols con ejemplos de spoken word de Miguelito Tomasín y el más reciente DJ Spooky con algunos aciertos de su producción más "artística".
Un ala más literaria del sitio incluye las Ubu Editions, tambien en formato .pdf que incluyen nuevas formas de novelas y escritura insólita de lo más indescriptible bajo el atento ojo editor de Brian Kim Stefans.

En la mejor tradición de los movimientos de Free Speech, UbuWeb y sus participantes revisitan y recrean lo más claro del espíritu vanguardista que muchos se empeñan en mostrar como un esteticismo inofensivo. UbuWeb pertence al mismo linaje que trazara Stewart Home en su ya clásico Assault on Culture, un camino que ha tomado otras formas ( electrónicas, por ejemplo) pero que está lejos de haber terminado.

Daniel Varela

Monday, June 21, 2004

Wanna dance with !!!?

El cine asiático tuvo la culpa. Allí estaba el viernes por la tarde, puntual en la cola del Anthology Film Archives, dispuesto a ver una comedia coreana sobre salones de baile, cuando tres personas antes de que llegara a la ventanilla gritaron el fastidioso sold out! (vendido). Agarrar un Voice para fijarme quién tocaba esa noche fue un reflejo pavloviano. La letra neutra indicaba que !!! (pronúnciese chik chik chik o chk chk chk o cualquier sonido repetido tres veces excepto, claro está, yeah yeah yeahs) lo hacía en el Bowery Ballroom.
Parecía predestinado. Un par de horas antes había comprado su nuevo CD, salido apenas diez días atrás y ya en oferta (con un EP de bonus) en las sorprendentes disquerías neoyorquinas. Y ahora me iba de un ballroom que no pudo ser hacia otro a escuchar un poco de... ¿dance music?.

Llegué temprano al Bowery para evitar cualquier cola y asegurarme una entrada. Admito que no me sorprendió demasiado cuando el gigantesco negro de la puerta reiteró la palabra maldita: -sold out !!!, !!! is sold out. Atiné sólo a reflexionar sobre la manía de esta gente, siempre programando su vida con veinte años de anticipación, decidiendo que en el 2009 viajarán a Tailandia (y reservando el pasaje ahora), que comprarán una casa a pagar en treinta años, que el nene irá a la Harvard Business School en el 2007, se recibirá en el 2011 y entrará a trabajar como consultor de Merryll Lynch al año siguiente. Cosas a las que yo, pobre argentino, ciudadano del país de la incertidumbre, no me acostumbro jamás.
Pero la predestinación le ganó la partida a mi improvisación y pude obtener un ticket gracias a un sujeto que quería vender el suyo. Mismo precio, nada de sacar ventaja, “sólo quiero recuperar mi dinero”. Tampoco a esas extrañas demostraciones de decencia me acostumbro.

Ya adentro, a matizar la espera con una cerveza mientras emprendo, a falta de algo mejor que hacer, un estudio sociológico del público. Una media de edad que no pasaría de los 25 y que me hacía sentir tan viejo como si proviniese de la Edad Media. Gigantescos tatuajes de dragones y serpientes en los brazos y espaldas de muchas damas parecían hablar de la influencia mixta del New York Asian Film Festival, El Señor de los Anillos o los últimos caprichos de Tarantino. Como sea, mi timidez impidió preguntarles por la razón de tamaña exuberancia de colores y acabó prontamente con mi vocación sociológica.

10.15 p.m. abrió el show un horrendo grupo que dijo llamarse Cheeseburger y provenir de “Detroit City Rock”. Trío de guitarra, batería y voz, con un cantante espástico que parecía bastante afecto a la famosa hamburguesa, levantaba el puño en alto y preguntaba al final de cada tema “What´d you wanna listen´t next?”, como si alguien allí adentro tuviera la más mínima idea de su repertorio. Led Zeppelin para pobres. Los Stooges y los MC5, dondequiera que estén, se retorcerían de espanto si los escucharan.
Nueva digresión. Ese fin de semana oiría mucho hard rock sin pretenderlo. Todas las bandas de apertura cortejaban ese género setentista y bastardeado, que recién ahora está cosechando defensores inteligentes y atractivos herederos. El revival de nuestros días no deja rincón alguno sin explorar. Pero la reelaboración productiva de sus reglas estrictas sigue siendo patrimonio de pocos.

Siguió White Magic, una proposición mucho más interesante. Otro trío, con la notable voz de una Mira Billotte (también integrante de Quix*o*tic) que alternaba piano, batería y guitarra. Con apenas un EP de 22 minutos (Through the Sun Door, en el sello Drag City), mostraron algunas buenas ideas que no terminaron de plasmar, en una vertiente de folk excéntrico que parece haberse adueñado del país, de Devendra Banhart a P.G. Six y de Espers a Joanna Newsom. Los dos temas previos al último fueron extraordinarios, con ritmos entrecortados de ascendencia gitana y el piano fuera de tono. Suficiente como para seguir con atención sus pasos futuros.

Agotadoramente tarde, a eso de las 12.30 hs., !!! tomó el escenario por asalto. Siete tipos arriba de él y un octavo todavía más alto, en una especie de cueva que pude observar porque también yo estaba viendo el show desde el piso de arriba. Ese parecía encargarse de mezcladoras y demás artilugios de ingeniería. Pero si algo abundaba, eran los teclados y los ritmos, tanto de batería como programados. En rigor de verdad, el ritmo es la preocupación fundamental de !!!. Todo gira en torno del groove, el bajo marca la pauta y la característica principal de su sonido descansa en la producción. Ayudados por la legendaria consola del Bowery –interminable sucesión rectangular de perillas y aditamentos varios- sonaron con una perfección sólo igualada (para mis oídos) por el recital que dio Kraftwerk en Obras, en Buenos Aires.
Se ha hablado mucho de punk/funk a la hora de referirse a !!!, probablemente por la influencia de su primer disco. Pero el nuevo es cosa diferente, por completo volcado hacia el lado bailable de la línea. Si el Mutant Disco de Liquid Liquid, ESG y hasta A Certain Ratio se paseaba por su álbum debut, este segundo, Louden Up Now, convoca fantasmas tan diversos como ABC (¿alguien se acuerda de The Lexicon of Love?), el propio Kraftwerk, Chic y quizás también Prince.
Lo que diferencia a !!! de otros combos semejantes es su militancia, aunque su lírica comprometida no siempre los resguarde de caer en la puerilidad. El cantante Nic Offer desgrana parlamentos que fluctúan entre la ira y el hedonismo, mientras el grupo arremete con bases rítmicas monolíticas, invariables en ocasiones, y un saxo y una trompeta soplan al unísono con el restringido papel de agregar tensión al asunto.
Offer arenga al público para que baile, mientras él mismo ensaya una danza que no le sale muy naturalmente. Y así se suceden los temas, un tanto parecidos entre sí.
No obstante, disfruto del concierto mientras me prometo escuchar el nuevo disco al día siguiente para formarme una opinión más profesional. Dejo lo profesional entonces para el próximo post.
Mientras tanto, sacudo mis oxidados huesos al ritmo contagioso de esos signos de admiración. Es sólo música de baile, pero me gusta.

Wednesday, June 02, 2004

El mantra divino de Acid Mothers Temple

1- No soy un hombre de fe. No suelo ver a Dios con frecuencia. Pero cada vez que aparece, tiene los ojos rasgados. Lo hizo hace unos meses en Tonic. Solo, con una guitarra. Se hacía llamar Keiji Haino.
La noche siguiente regresó por duplicado. Trajo a uno igual a él que aporreaba un bajo. El otro, el mismo. El número y la configuración eran lo de menos. Guitarra, bajo, gritos, pedales y samplers de batería descargaban su ira -la ira de Dios hecho dúo- en una andanada incesante de ruido, feedback y distorsión que, curiosamente, no carecía de sobretonos ceremoniales. Fiel a su costumbre de presentarse bajo múltiples nombres, ese día decidió bautizar a tan desencajado sonido como Fushitsusha.
Dicen los que saben de estas cuestiones que al Señor le agradaba Japón. Que eligió radicarse allí durante los ´70. Cuentan también que por entonces se regodeaba en aparecerse bajo los más extraños apelativos: Taj Mahal Travellers, Flower Travellin` Band, Tokyo Kid Brothers, Tenjo Sajiki, Les Rallizes Denudes, April Fool, Food Brain, Brast Burn, Karuna Khyal, Magical Power Mako, Lost Aaraaff, Far Out.
Nadie sabe con certeza cómo actúa la divinidad. Se habla mucho de su omnipresencia. Esa característica tan suya de pasearse por varios sitios a la vez. Pero a mí me late que es medio sedentario y amante del sushi. De lo contrario, no se entiende por qué, entrado el nuevo siglo, sigue atronando en escalofriantes combos eléctricos de denominaciones diversas: High Rise, Musica Transonic, Mainliner, Ground Zero, Boredoms y tantos otros que ahora se me escapan. En ocasiones, se toma un descanso de tanto ruido y se transfigura en grupos como Ghost o Nagisa Ni Te. Y desde los ochenta, se acostumbró a recibir a innumerables peregrinos del noise, el free jazz y la improvisación –John Zorn, Fred Frith, Peter Brötzmann y demás- que provenían de Occidente y buscaban, frenéticos, su bendición.
Los creyentes lo consideran pura bondad. Yo no sé mucho de esas cosas. Pero admito que no le falta cortesía. La que demostró al darse una vuelta por la Knitting Factory un par de semanas atrás. Esta vez el dúo se había elevado al cuadrado, lo cual daba como resultado un inapelable cuarteto. Dúo que no era el mismo, parecía otro. Pero con Dios nunca se sabe. Porque este cuarteto se mostraba demasiado consciente de las andanzas del Señor en los ´70. Como sea, en su renovada reencarnación, se presentaba bajo el reverencial título de Acid Mothers Temple and the Melting Paraiso U.F.O.

2- No sabía qué esperar de un recital de los Temple. Siendo una comunidad de donde entra y sale gente todo el tiempo, tanto podían subir al pequeño escenario de la Knitting dos personas como veinte. Al final fueron Kawabata Makoto en guitarras y bouzouki, Tsuyama Atsushi en bajo y voz, Higashi Hiroshi en sintetizadores y guitarra eléctrica y Koizumi Hajime en batería.
Abrió el show Subarachnoid Space. Los memoriosos recordarán alguna review de esta banda en el especial de post-rock que publicamos en el número de Esculpiendo con Chris Cutler en tapa. Noise de guitarras que no me pareció especialmente distintivo entonces ni me lo parece ahora. Pero casi todo tiende a empalidecer ante la catarata sonora de AMT.
¿Qué decir de un grupo que saca 70 discos por año, realiza covers de Terry Riley, desliza homenajes al rock experimental -Univers Zero, Mothers of Invention, Gong, Guru Guru, Jimi Hendrix son un porcentaje ínfimo de los que suelen citar en los títulos o en su música- y extrema la psicodelia hasta límites inconcebibles? Confieso que por un instante me asaltó la duda. ¿No estarían estos japoneses demasiado enamorados de sus propios clichés?
Pobre de mí. Acid Mothers Temple se las ingenió para borrar mi incredulidad de un plumazo a fuerza de saturadas dosis de electricidad. Hacia el fin del concierto se descolgaron con una versión de “La Le Lo”, una canción tradicional occitana, del sur de Francia, que ocupa dos tercios de Mantra of Love, su nuevo larga duración. En el álbum canta Cotton Casino, con su característico falsete. Pero la voz y el sentido escénico de Atsuchi no desmerecen en absoluto. Por momentos se paseaba por el escenario haciendo muecas, como una suerte de Jackie Chan en cámara lenta. Su humor era exquisito cuando se dirigía al público en correcto inglés. Pero lo imagino desopilante cuando aparentaba burlarse de nosotros, pobres mortales, en un incomprensible japonés. Hiroshi ensayaba una bamboleante danza mientras sostenía su propio romance con los sintetizadores y construía paredes de ruido cósmico que taladraban el oído. Y la guitarra de Makoto provenía de otro planeta, con esa inigualable flexibilidad para entonar toda clase de escalas, arrancarle cualquier sonido y ponerla a levitar (y a uno con ella), ambivalente entre la furia y la melancolía.
Un tema de 15 minutos –que podía o no ser el que completa el tercio restante de su flamante placa- reprodujo en un crescendo luminoso la perfección de un universo que no parece ser el nuestro. Y así estuvo este Dios, nipón por adopción, empeñado en demostrarnos que los extremos permiten alcanzar una belleza tangible. Que en el riesgo está siempre implícita la recompensa. Que la idea es previa a toda ejecución y que seguir las propias intuiciones será siempre más valorable que distraerse por las opiniones ajenas. Por eso la incontinencia expresiva que determina desde hace treinta años al rock que se hace en el Imperio del Sol Naciente es tan fascinante. La reacción ante una sociedad conformista y ajena a través de una ética de trabajo proseguida hasta la extenuación. Porque allí, como aquí, uno es producto del entorno en el que habita. Para bien y para mal.

Norberto Cambiasso