Reproduzco aquí la tapa y el texto que escribí para ¡Salgan al sol!, un doble CD que compila 23 bandas argentinas y que saldrá por el sello peruano Buh Records. En post aparte compartiré fechas de la presentación en Buenos Aires y un link de Bandcamp donde ya se lo puede escuchar.
Cualquier análisis del rock
argentino contemporáneo debe remontarse a una fecha infausta: el 30 de
diciembre de 2004. Aquella noche, a causa del uso suicida de bengalas durante
un recital del grupo Callejeros en un local cerrado conocido como República Cromañón, un incendio se cobró
la vida de 194 jóvenes. Las consecuencias fueron muchas, desde la destitución
de Aníbal Ibarra, el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,
hasta el fallecimiento reciente de Omar Chabán, propietario del local,
condenado como uno de los principales responsables de la tragedia. Pero hubo
una que, a mediano plazo, profundizó de manera irreversible un proceso que se
venía gestando desde antes: la ampliación del hueco entre el mainstream y el
underground del rock made in Argentina
hasta convertirlo en un insalvable abismo.
La clausura indiscriminada
de lugares para tocar por no cumplir con los requisitos de habilitación, el
desmesurado incremento de las exigencias y las presiones editoriales en los
grandes conglomerados mediáticos aceleraron un proceso de concentración que ya
estaba en curso, a través del cual el negocio del rock, con todo lo que ello
implica, quedó en manos de un círculo muy reducido de productores y empresarios
quienes, con la complicidad de gobiernos nacionales, provinciales y
municipales, saturan el mercado con una oferta de bandas muy limitadas (también
en el aspecto musical) que ocupan los escasos espacios de visibilidad a los que
hoy puede aspirar el género.
Dicho de otra manera, el
underground después de Cromañón se volvió aun más under. Casi todas las bandas
de este compilado están obligadas a participar de una suerte de ceremonia
secreta para dar a conocer su música. La mayoría suele tocar en espacios
pequeños, ante un público muy reducido, en lugares no habilitados para tal fin,
por ende “ilegales”. Conciertos cuya convocatoria se realiza por Facebook
mientras la dirección del sitio circula exclusivamente por mail. Y si bien Internet,
gracias a sitios como Bandcamp y Soundcloud, ayuda a la constitución y difusión
de estas propuestas alternativas, la ausencia de una crítica que, por
desinterés e ignorancia le da la espalda a su función mediadora, colabora para
que este paisaje sonoro de escarpados picos de excelencia no pueda extenderse
más allá de unos pocos enterados.
De allí que el propósito de ¡Salgan al sol! consista en primera
instancia en contribuir, siquiera parcialmente, a palear una omisión que
amenaza con hipotecar sin retorno el futuro de las vocaciones vanguardistas en
el rock de nuestro país. Casi dos docenas de bandas no agotan una escena
experimental que, aun bajo las condiciones hostiles descritas, insiste en
reproducirse a inusitada velocidad. Pero confiamos en que constituyan una
muestra razonable de lo que se cuece en estos días en materia de sonidos
innovadores. Una escena que, de hecho, se extiende más allá del epicentro
porteño para abarcar zonas tan alejadas como Toay en La Pampa o Curuzú Cuatiá
en el Litoral, en un inédito federalismo a contramano de la tradición
centralista que caracterizó en gran medida el desarrollo del rock nacional. Y
que atestigua también, como otra manera de contrarrestar la desidia local, una
abrumadora cantidad de ediciones en sellos del exterior, a la que se suma la de
nuestro propio compilado en el limeño Buh Records. Basta contrastar la
aprobación casi unánime de la crítica internacional acerca de muchos de estos
discos con el desconocimiento y la falta de atención a que se los somete en su
lugar de origen para hacerse una idea de la gravedad del diagnóstico expresado
más arriba.
Algunos dirán que las
elecciones estéticas, de por sí arriesgadas, de los grupos en cuestión limitan
el ámbito de su influencia y de su circulación. Más bien habría que preguntarse
acerca de un entorno que, con el correr de las décadas, expulsa hacia los
márgenes cualquier vocación experimental para regodearse en la eterna
repetición de tres acordes mal cantados que abruma a la mayoría de lo que hoy
goza de difusión en la raquítica y deprimente escena mainstream. Amén de sus
diferencias, las bandas aquí reunidas comparten una actitud fundamental y, si
se quiere, hasta fundacional: asumen que la tradición del rock se ha
fragmentado en un sinfín de variantes que, en ocasiones, la excede por
completo. Y que es legítimo acudir a cualquier herencia musical para encontrar
ese punto de inflexión por el cual se vuelve posible trascender lo meramente
mimético en un universo sonoro personal. Así la fragmentación, la abundancia y
la renovada accesibilidad de tantas músicas diversas se ponen al servicio de
esa búsqueda de individualidad que, desde siempre, ha permitido distinguir a
los verdaderos creadores del mero artículo de consumo pasatista.
Dicho en otros términos, el
oyente hallará en ¡Salgan al sol!
música con pretensiones (que no es lo mismo que música pretenciosa), que abreva
de fuentes tan ajenas entre sí como la cumbia y la electrónica, la
psicodelia y la no wave, el jazz y el
chamamé, la progresiva y el post-punk, la contemporánea y el krautrock, el
noise y la chamber music. Un extraordinario caleidoscopio de sonidos que solo
pudo hacer posible la formidable ampliación del rock con todo aquello que se le
cruzó en el camino. Y que, a mi modesto entender, indica una de las pocas vías
abiertas hacia un futuro sónico que pueda desembarazarse del fastidioso purismo
en el cual, todavía hoy, se debate en nuestro país buena parte de lo que pretende
pasar por auténtico rock’n’roll.