Thursday, February 23, 2006

En los extramuros del underground (parte 5)

El despertar de la electroacústica
La música electroacústica en el Perú se ha mantenido en secreto. Encapsulada como una piedra lunar. Un mundo encerrado entre paredes pero que en los últimos años y gracias a la puesta en marcha de festivales y la promoción y ligero éxito mediático que tuvo la música electrónica local ha podido paulatinamente apostar por una mayor recepción. En esto tiene responsabilidad el ya citado Juan Barandiarán, quien además de traer figuras renombradas al festival Con-Tacto, como el brasilero Flo Menezes, se encargó de desempolvar una tradición local presentando las legendarias piezas electrónicas de Edgar Valcarcel, realizadas en los años 60s, que causaron una impresión grande entre el público asistente, en el que se encontraban gran parte de los que integran la escena electrónica local.
Así, el sonido electroacústico ha ido ganando un lugar, gracias también a una figura importante, la de Renzo Filinich, joven compositor que a diferencia de sus pares académicos se presenta bajo un seudónimo: Metástasis. Quizá lo que más sorprende en Filinich es que se trata de un artista ubicado en medio de dos mundos, por una parte vive en él el academicismo y por otra, el ímpetu rockero y el desborde experimental, lo que ha hecho de sus discos extraños híbridos en los que se conjugan electroacústica con post rock, noise y hasta composiciones para cuartetos de cuerdas. De ese modo, Filinich ha paseado su música tanto por eventos que han reunido únicamente a músicos electroacústicos como también por conciertos cuyo cartel ha estado conformado por ruidistas y rockeros. Una preocupación conciente en el trabajo de Filinich: la de buscar puntos de contacto entre ambos mundos y apostar por un discurso propio, cosa que quedó perfectamente plasmada en su último trabajo -Sequenza X-.
Pero junto a él otras figuras jóvenes se han destacado como el caso de Jaime Oliver, quien ha sabido trabajar con formatos multimedia, haciendo composiciones en las que televisores y música en vivo han interactuado de forma unísona. Oliver es actualmente un activo (y el más importante) difusor de la música electroacústica en nuestro país y ha estado involucrado en la organización de eventos y la venida de compositores extranjeros, así como de la conformación del Circomper (Círculo de compositores peruanos).
Y aunque se trata de un universo que amerita una investigación a fondo, no es posible hablar de electroacústica actual peruana sin hacer referencia a José Sosaya, Nilo Velarde, Rafael Junchaya y Gilles Mercier.

Rock y un poco más
Junto a Electro-Z, una figura que ha caminado sola pero segura en sus divergencias ha sido la de José Javier Castro, líder de El Aire. Tras un buen disco editado en el 97, José Javier decide ir más allá con la edición de su inclasificable Noiculover o la fantástica circunstancia nunca más fuerte que el espíritu (2002), un disco triple cargado de furia psicodélica, experimentaciones electrónicas y canciones tan emotivas como enérgicas. Un disco intenso en más de un sentido y en donde JJ dejaba soltar un universo personal tan complejo que la exploración sonora en la que había decidido embarcarse tomaba la imagen de la entrada a un laberinto. Un individuo volando con la música, con toneladas de sonido a sus espaldas, y dejándolo caer como ego liberado en catarsis, mezclado, yuxtapuesto, enfrentado, hermanado. Si bien El Aire ha compartido escenario con grupos muy diversos, hay algunos que han estado muy cercanos a él como El Avispón Verde o Circo Ficción, grupos que se dieron a conocer a mediados de los 90s y que estaban muy influidos por el sonido psicodélico de los primeros Pink Floyd.
Otra figura asociada a El Aire ha sido la de José Manuel Barrios, guitarrista del grupo de pop Mar de Copas y autor de una insólita banda sonora del film de Aldo Salvini Bala Perdida, que viera su edición en cd (2003) y en la que discurrieran con libertad instrumentaciones electrónicas y guitarreras que iban de climas calmos a vehementes muestras de hardcore y electrónica, así como sonidos de lo más eclécticos en los que podía hacerse presente una cumbia o una canción. JJ ha colaborado también con los electrónico-progresivos Asido Tubalius y en el pomposo Moxon de Leuzemia Este último, un disco que marcó el punto de inflexión en la trayectoria de la banda liderada por Daniel F, ya que de ahí en adelante las largas jornadas progresivas, góticas y sinfónicas ganarían espacio en su hasta entonces reconocible universo punk.
Un cruce extraño el del punk y el rock progresivo pero no inusual por estos lares, ya que el ex Flema Iván Zurriburri había hecho lo propio con Eter-k y su Caja de dudas (1991). Si hablamos de progresivo no podemos olvidar tampoco el trabajo de Kashiri y sus incursiones de jazz rock, el trabajo solista de Tavo Castillo, tecladista de los longevos Frágil y las fusiones de death metal, música folklórica y progresivo de los recordados Kranium.
Después hay una generación de bandas clasicistas que beben del progresivo pero están más definidos por la psicodelia. Entre estas hay que nombrar a Flor de Loto, que tienen un disco circulando por allí, a Presidente Morsa (ya disueltos y recientemente rearmados bajo el nombre de La Mudafónica) con otro par de discos dando vueltas y a Nudo de espejos, banda con quienes los Presidente Morsa compartieran escenario en varias oportunidades. Nudo de espejos, tras un inicio de mayor tinte progresivo, ha dirigido su sonido hacia rutas psicodélicas pinkfloydeanas, con una fuerte presencia de las guitarras y la distorsión.

Aquí viene el océano
Pero el inicio del nuevo siglo trajo otras sorpresas que permitieron renovar al rock local. Una de ellas, y sin duda importantísima, fue Rayobac. Un grupo en el que confluyeron una serie de individualidades (Carlos García, Micky Uza, Valentín Yoshimoto y Neto Pérez) que, si bien muy influidos por el sonido de guitarras de los Sonic Youth, consiguieron darle nuevos aires a lo que hasta entonces se conocía como post rock en el Perú. Con Rayobac llegó la época de las saturaciones radicales, de la violencia sónica, y del escenario como soporte para un espectáculo de guitarras, cables y osciladores fuera de control. Intensas y emotivas presentaciones que han quedado para el recuerdo. Rayobac se dio a conocer gracias a su notable versión de "Canción para girar" incluido en el célebre Tributo a la Niñez (2002) que compilara Leonardo Bacteria (Pestaña), un disco en el que diversos grupos de rock y música electrónica locales versionaban viejas canciones infantiles. Más adelante Bacteria también editaría Contraataque: Tributo al rock subterráneo, donde participarían una gran cantidad de proyectos electrónicos y de noise rock, así como el Anarquía Mnemónica de Patricia Saucedo.
Otro grupo que resulta imprescindible es Ertiub (banda de Carlos Velázquez (a) Buitre, y donde también militara Carlos García "Zetangas"), los únicos rescatables del lamentable disco compilado La Pandilla Basura que fuera el que los diera a conocer. Ertiub editó en el 2002 el que es tal vez uno de los mejores discos publicados durante los últimos años en nuestro país. Apenas media hora para exquisitas incursiones que cruzaban el trip hop, el post rock, y un atípico rock espacial que como Jardín (con quien compartió escenario reiteradas veces) o Paruro, hacían referencias al deterioro urbano, cargando (gracias a las imágenes que proyectaban) de dramatismo sus presentaciones, más inclinadas al noise rock, algunas veces bastante extremo. Zetangas, por su parte, viene desarrollando un trabajo solista muy interesante que ya ha visto la luz en algunos compilados locales. Guitarras muy enérgicas y manipulación dionisíaca de los osciladores y efectos que él mismo recicla, diseña y construye le han permitido elaborar un sonido muy personal que también logró plasmarse a través de un fugaz proyecto llamado Crossota, junto a integrantes de Norvasc y Ionaxs. Neto, por su parte, hace lo propio con Pleccs, un combo de pop psicodélico.
Cabe recalcar que mientras Ertiub y Rayobac conformaban una nueva camada de bandas, Catervas y Resplandor ya habían conseguido consolidar sus propuestas, e Hipnoascención despertaba de su letargo. Catervas editó su cd debut, inclinado más al pop pero sin dejar de lado su veta post rock y Resplandor fichó por el sello alemán Alison. Junto a ellos aparece una nueva hornada de bandas como Las Vacas de Wisconsin y H.a.l (que comparten integrantes) y cuyas propuestas se inclinan por el sonido guitarrero del post rock, noise rock, slow core y demás variantes que empiezan a hacerse más visibles en los escenarios locales. Actualmente El Mundo de Pecval, Boomerang (donde milita Jamile, antigua vocalista de un fugaz grupo de noise rock llamado LUDZ, que también estuviera integrado por Renzo Filinich), Norvasc, Pez Plátano y Velocet, conforman una nueva hornada de bandas que exploran esas rutas sonoras.
Quienes dilatarían aún más el sonido guitarrero serían Serpentina Satélite. Si bien aparecen como parte de esta vorágine de bandas guitarreras, tienen un corte más clásico pero no por ello menos arriesgado. Los Serpentina dejan muy en claro que adoran el sonido garage (más de una vez han compartido escenario con Los Fiats, banda alterna del manganzoide Diego García) pero que les vive también el post rock y el new wave, ya que sus conciertos cruzan densos temas de 20 minutos con emotivas canciones pop y mucha psicodelia, sonidos que han sabido volcar en su ep debut Ep=Long Play. En una línea similar aunque prescindiendo de cualquier atisbo new wave, y en dirección decididamente space-heavy metal, La Ira de Dios ha ido consiguiendo un reconocimiento a nivel local y ha generado un hermano menor : Cóndor.

Continuará
Luis Alvarado

Sunday, February 19, 2006

En los extramuros del underground (parte 4)

El día es hoy
Pero si hubo una banda que trajo nueva luz al underground local esa fue Electro-Z (1999). Tanto LASE, como Jennifer Cornejo y Carlos "Zetangas" García consiguieron lo que hasta entonces todavía era inexistente en el ámbito local: aunar con igual ímpetu la distorsión guitarrera con el pop, no a la manera densa de los paradigmáticos My Bloody Valentine, sino más bien con una frescura que le debía mucho al indie rock americano. Lo interesante en todo caso es que Electro-Z consiguió estar a la vanguardia del pop local, con conciertos en donde el acople, las cajas de ritmos y los teclados pasados por efectos rugían con total libertad, y el mundo ganso de dormitorio expresado en sus letras se instalaba como un mensaje novedoso.
Electro-Z no quería decir nada pero sus canciones lo decían todo: había un lugar, una dimensión auténtica cotidiana que tenía que salir: no había que salvar el mundo, había que salvar el momento. Electro-Z tuvo una existencia breve. Jenny y LASE se fueron a vivir a EEUU y allí le dieron vida a un nuevo proyecto llamado Dasher (En su viaje los acompañaría Christian Vargas, quien había entrado como baterista al grupo. Ya de regreso a Lima, Vargas formaría un grupo de pop llamado Abrelatas).

Una época de confusión
Los últimos cinco años han sido muy agitados. El inicio de la década estuvo teñido por una crisis moral y política que terminó con la salida de Fujimori del poder tras el descubrimiento, mediante los famosos e insólitos vladivideos, de una red de corrupción al interior del gobierno, la misma que sembró una desconfianza generalizada (medios de comunicación comprados de por medio), creando un verdadero clima de caos e incertidumbre que de alguna manera se refleja en toda una generación que a la larga se ve inmersa en la confusión y en la distancia política. Por el lado de la música experimental esta manifiesta un sentido de aislamiento que empieza a ser celebrada por una gran cantidad de jóvenes. La música adquiere la imagen de una puerta de evacuación.
A la par de esto se va afianzando el uso de herramientas tecnológicas novedosas como Internet, que genera lazos comunicativos importantes, permite la llegada de información sobre lo que ocurre musicalmente en otras latitudes y esto hace posible exportar material y a su vez dar a conocer diversos estilos musicales en nuestro país. Por estos años empieza a hacerse evidente una suerte de subcultura, que tiene en la música electrónica y el video a sus principales motores (mucho tiene que ver la aparición en nuestro país de ATA (1998), organización dedicada a la difusión de arte electrónico). Se hacen habituales los festivales y eventos multimedia y electrónicos (Modular Park-O-Bhan, Laberinto Sonoro, Cholo-Fi, Caillohma, Electrocutarte, Looperactiva) cada uno con perspectivas diferentes pero con una idea común: enlazar diversas disciplinas y promover el desarrollo de la música electrónica.
La alianza entre artes plásticas y música electrónica y el consecuente desarrollo de propuestas multimedia ya era un hecho que se ve manifestado en las actividades del grupo Medios Nómades, la posterior aparición del colectivo Santos Media, que incluye a una banda de pop electrónico en sus performances, o la muestra Post Error que el músico Christian Galarreta presentaría en la sala Luis Miro Quesada Garland. Así como el trabajo de artistas como Félix Arias y sus pinturas de ruido y de Kiko Mayorga con sus instalaciones sonoras, entre ellas su sorprendente Cubo Protegido, junto al artista José Carlos Martinat, interviniendo con una pared de sonido la puerta de la galería Miro Quesada, como parte de la muestra Cubo-Blanco Flexi-time (2004) creada/curada por Jorge Villacorta, quien también presentara “Make the medium fail, tocada para Brian Eno”, con la participación del grupo Rayobac, además de una exposición de vinilos, con tocadiscos dispuestos para servicio del público. Llega así una oleada de modernidad al underground electrónico/ experimental local que tiene su punto de clímax con la organización del Festival Con-tacto (2003-2004), que organiza Juan Barandiarán, quien le exige a cada proyecto electrónico el uso de un video para sus respectivas presentaciones. El evento resulta muy ecléctico, y en él conviven música electroacústica, synthpop, techno y noise digital, entre otras vertientes. El Centro Cultural de España se convierte en el espacio donde diversos grupos se dan a conocer.

Los electrónicos
Uno de los fenómenos más interesantes en la electrónica contemporánea ha sido la convivencia de diversas tecnologías, del pasado y del presente, y el reciclaje de instrumentos antiguos, redefiniéndolos, resignificándolos. En nuestro medio esto ha tenido un desarrollado muy singular y en ese sentido no es posible hablar de ese fenómeno sin hacer referencia a Jardín, dupla conformada por Raúl Gómez y Orlando Ramírez. Jardín nació de un antiguo proyecto llamado Disastrus Birth junto a Raúl Privat, quien luego editaría como P.R.I.V.A.T. (1999) un demo debut de matices ambient y sonidos cercanos al new age. Jardín por su parte editaría cuatro discos. El primero, un notable Estación Sublunar (2001), abundaba en ritmos trepidantes, oscilaciones, incursiones noise, y cierta dinámica drone, que cruzaba la psicodelia con climas industriales con total libertad. Lo interesante sin embargo está en las fuentes usadas por Jardín, que dota a su sonido de texturas únicas: retroalimentación de consola, viejos pedales de los 70s manipulados, comprados en mercados negros como Paruro o Las Malvinas y grabaciones en carretes, son sólo parte del modus operandi del dúo. Recientemente Jardín ha editado un nuevo álbum llamado Maqui de hierro que confirma la destreza y la capacidad subyugante de su música, que mucho se ha asociado también al sonido de la ciudad y al colapso urbano, gracias también a que el centro de operaciones del grupo estaba ubicado en una fábrica abandonada del complejo industrial de la avenida Argentina, lugar donde ofrecieran más de un recordado concierto.
Quien sí asumiría esta idea de "ruido de la ciudad" sería Danny Caballero, a través de su proyecto Paruro, nombre que remite a un mercado negro limeño de venta de equipos de sonido y de técnicos electrónicos. Una alusión nada gratuita tomando en cuenta que el mercado Paruro ha sido el símbolo de una cultura local de informalidad que también se asocia al caos urbano tan propio de Lima. Pero dejando de lado las implicancias sociales y económicas que esto conlleva, paradójicamente esta informalidad ha permitido empujar a nuestros músicos hacia rutas de exploración fascinantes, y ha hecho posible el surgimiento de propuestas que han podido definirse a partir de los elementos que articulan su propio contexto. Paruro (como Jardín) es un ejemplo palpable, ya que Danny se vale de una radio vieja reciclada, y manipulada, para generar una gama de texturas y masas de ruido. Eso le da un significado especial a su trabajo: es el sonido de lo híbrido, de lo compuesto, de la chatarra vuelta a usar como testimonio del deterioro. El intenso vendaval noise que practica Danny resulta en ese sentido singular, emotivo y a la vez renovador en la medida que transita por rutas que lo involucran con su propio espacio. Y es ese el mejor Paruro, el que puede disparar desde una coordenada propia. Recientemente ha editado Ópera del Ruido a través del sello Aloardí, que dirige Christian Galarreta. Junto a este último Danny ha editado también un disco en colaboración bajo el nombre de ParChis, a través del sello SuperSpace Records que dirige Wilder González. Aloardí también ha editado hace muy poco un interesante cd debut de la dupla Rolando Apolo y Gabriel Castillo llamado Erebo que combina el noise digital con el sonido de guitarras distorsionadas, consiguiendo atmósferas etéreas de gran intensidad. También por el sello Aloardí se espera la pronta edición del disco debut de Cristo Demoledor.
Pero si Jardín, Paruro y Galarreta conformaban lo que podía ser la electrónica marginal, de la calle, por otro lado apareció una generación de jóvenes músicos HI FI “los chicos Laptop” muy influidos por el polivalente sonido de Aphex Twin, y que con un paso fugaz por la escena dejaron un importante testimonio del desarrollo de propuestas IDM y glitch. Los mismos estuvieron en torno al programa radial Cretásico, que ha venido difundiendo estas vertientes de la música electrónica en nuestro medio. Tres proyectos destacaron nítidamente: Rapapay, Terumo y Therokal. Rapapay editó un muy buen disco en el 2003 llamado Aymaraes, de todos es quizá el más reposado, quien traza más puentes con el ambient, ya que tanto Therokal como Terumo han incursionado en ritmos más acelerados, sampleos esquizoides e incluso en noise digital. Una figura que compartió escenario con ellos fue Johnny Kollantes (quien suele mezclar el sonido jungle con cajón peruano y quien también es habitual en el circuito de videoartistas), tal vez el antecedente más directo para toda esta generación.
Pero no todo ocurre en Lima. La música electrónica realizada en provincia ha tenido durante los últimos años una presencia bastante significativa (con un ciclo de conciertos llamado Electrónica desde adentro incluido), básicamente por la edición de los festivales de música electrónica que no dudaron en incluir a proyectos del interior. Es así que en nuestro medio se dieron a conocer dos interesantes propuestas: Colores en espiral (La Oroya) y Quilluya (Arequipa). El primero guarda mucha relación con Jardín y Paruro, en la medida que tiene una fuerte mímesis sonora con su lugar de origen (una zona minera), y es posible percibir en su música imágenes de deterioro que se matizan de manera sorprendente con incursiones melódicas y voces etéreas que también los asocia al sonido etéreo/cósmico de Silvania. Además de Colores en espiral, desde La Oroya nos ha llegado información de Corazones en el espacio, Complejo Metalúrgico y Ozono, todos con sonidos muy afines.
Quilluya, por su parte, ha resultado interesante no sólo por la pulcritud de sus discos sino por lo intensas de sus performances que han tenido una cuota ritualista muy marcada. Aparecen pintados esparciendo hojas de coca sobre el suelo mientras que su líder Jose Jesús Villafuerte destroza el monitor de su PC contra el piso a ritmo de tambores, quenas, zampoñas, gritos y sonidos electrónicos que toman tanto del industrial, del trip hop, el drum'n'bass como del noise digital. Villafuerte ha desarrollado además interesantes experimentos con noise digital a través de su otro alter ego Ragholetis Fractal. Pero la escena arequipeña es más inquieta aún y junto a ellos figuran otros nombres como Divino Juego del Caos, Exilio, Fiorella 16, Bajocero y Sicalipsis. Si bien de manera más discreta y con formatos más reconocibles (EBM y techno) no podemos dejar de mencionar el trabajo de DJ Tumba (Ayacucho) y Sónica (Trujillo).
Pero la electrónica local ha tenido también un desarrollo asociado a cierto cosmopolitismo, estéticas de reciclaje, pastiches, y sintonía con la cultura pop. De esta lista, si uno ha logrado trascender y posicionarse, ese ha sido José Gallo con su Theremyn_4, quien ha incurrido en los linderos del jazz electrónico, el break beat y el pop electrónico, aunque no tan cadencioso como Serge, Theremyn_4 ha conseguido con su reciente Lima / Tokio / Lima escalar en sus exploraciones. José Gallo además dirige el sello 1001 Records que ha editado también a Cinco Esquinas y al proyecto peruano afincado en Tijuana (México) El lazo invisible que comparten, con perspectivas diferentes, un interés por la mixtura entre la música popular y la electrónica. Otros proyectos que han insistido en esa mixtura han sido por una parte el reinventado Micky Gonzales con su Inka Terra y su reciente Etnotronics y Novalima, nuevo proyecto que a la distancia y gracias a los soportes de intercambio de información han armado ex integrantes de Circo Ficción y Avispón Verde. Recientemente han editado un disco llamado Afro, así como los ya citados Kollantes y Quilluya, aunque en direcciones muy disitintas.
Una figura interesante es la de Dante González, más allá de sus incursiones synthpop al lado de su Estación Perdida y su adhesión a los proyectos de noise encabezados por Erick Bullón, González ha mantenido una trayectoria en solitario muy interesante, como lo demuestra su Diseñar y Construir (2001) un disco kraftwerkiano hasta la médula pero arriesgado en sus planteamientos de estudio de sintetizadores, de los que González es un fan obseso. Como parte del ciclo Con-Tacto, Dante sonorizó una performance de Danzantes de Tijeras que consiguió inusitado éxito mediático. Actualmente viene apoyando a Pestaña, el nuevo proyecto de electroestupidez del ex Insumisión Leonardo Bacteria. Otro que dice presente cuando mencionan a Kraftwerk es Rafo Mercado de Noise, un proyecto de techno industrial que editó un disco en el 2001 elaborado totalmente con software musical. Por ese camino también anda Eléctrica de Lima, aunque en una perspectiva más ecléctica.
Después, ya más lejos de la influencia de los citados alemanes, algunos proyectos han desarrollado propuestas más experimentales pero siempre moviéndose en terrenos rítmicos. Ese es el caso de Omar Lavalle, que con su actual proyecto Música Falsa ha editado un notable disco demo en donde conviven post rock, dance y música de banda sonora en una alquimia tan milimétricamente diseñada como emocionalmente intensa, un disco sorprendente que no ha tenido mucha difusión. Lavalle viene trabajando ahora en un proyecto junto a la talentosa violinista Pauchi Sasaki, quien también participara en algunas presentaciones de Jardín y Resplandor, así como en la puesta musical inspirada en el ayahuasca del músico Tito La Rosa. Por ahí también andan Ionaxs y Sun Cok, el primero bordeando el ambient y la música etérea sin prescindir del dance, consiguiendo ritmos flotantes y espaciales y el segundo (ex Vacuna tu hijo) con experimentaciones más esquizoides. Junto a ellos no debe dejarse de mencionar el trabajo del polifacético Elegante, tal vez quien más lejos ha llegado en la idea de samplear y mezclar sonidos diversos, con cuidadas incursiones melódicas y pulcro tratamiento del sonido. Actualmente viene trabajando en un proyecto más orientado al dance llamado Sonoradio. Otro que merece rescatarse del olvido es Cabeza de loca, el minimal techno del ubicuo Hermán Hamman, guitarrista de la difunta banda de pop electrónico Viajeros y ex integrante de los oscuros KK, banda de noise compuesta por seis integrantes que a fines de los 90s hicieran algunas sorpresivas presentaciones, una al lado de los recordados Electro-Z. En un lado opuesto está el trabajo de electrónica cósmica que desarrolla Carlos Torres y Ronald Sánchez bajo el nombre de Altiplano. Y que en su reciente La corte cósmica ha tenido como invitados al mencionado Hamman y a Tito La Rosa, entre otros. Por otro lado está Der Hannah Hoch, nuevo proyecto de Marco Rivera (Jardín Vértigo) junto a Gabriela Germaná. Como es costumbre en Rivera hay un acento muy marcado en el discurso, la electrónica como soporte intelectual. La alusión a la célebre artista dadá encierra las preocupaciones del dúo y las connotaciones que eso arrastra a nuestro contexto: entre el pastiche y la mixtura, entre todas las sangres y el arroz con mango. Un monstruo sonoro donde no faltan sampleos, flautas y una que otra guitarra procesada, sonidos electrónicos, ecos, y demás alusiones psicodélico-industriosas y hiphoperas. Tienen editado un disco llamado Música Peligrosa (2004).
Después hay una nueva hornada de proyectos electrónicos de marcada sensibilidad dance. Entre ellos habría que reparar en el electro de video juego de Vavas, quien lleva editado un single en formato diskette y está próximo a lanzar su disco debut a través del sello Internerds, disco que ha sido compuesto con una computadora 386 y software bajado de Internet. Después no hay que dejar de mencionar el lounge de Luján y El Paso, y los ritmos de Autobahn 303, Neblima, Jardín solar (antes Sónica) y Marujatrax, las experimentaciones de Rodrigo La Hoz y su Pulso Adolescente, el frenetismo de Bulucordio, los climas de Aural noise, Mr darquo y los cabezas de latex y El tico fantastico. Muchos de ellos reunidos en el reciente Dormitorios electrónicos, compilado editado también por Internerds.

Continuará
Luis Alvarado

Thursday, February 16, 2006

En los extramuros del underground (parte 3)

Tierra de nadie
Muchos aspectos definen a los 90s. Alberto Fujimori, candidato independiente, es elegido presidente. Eso disminuye la presencia de los partidos políticos y van extinguiéndose los focos de militancia estudiantil. Por otro lado, a mediados de la década, se da el surgimiento de una escena rockera underground y la llegada de MTV a nuestras tierras. Y si bien se empezaba a hablar del renacimiento de una escena subterránea (en el año 1995 aparece la revista Caleta, seguida de su hermana menor Sub) lo cierto es que los rasgos que más definían a las propuestas rockeras distaban mucho de la casi militancia de nuestros punks 80s y más bien surge una tendencia introspectiva. Es allí que por ejemplo aparece un grupo como Dolores Delirio (1994) con un sonido que tomaba un poco de los primeros Cocteu Twins y otro poco de The Cure. Más allá de ello, lo que llama la atención es que los Dolores se convierten en punta de lanza del renovado rock subterráneo, junto con Radio Criminal y Rafo Ráez, por citar algunos .
Mientras tanto, en 1995 Alberto Fujimori es reelegido presidente. Años atrás había recibido el apoyo popular en su indignante autogolpe de Estado. La captura del líder terrorista Abimael Guzmán le permitiría hacerse de crédito popular. Al mismo tiempo se va gestando una cultura de consumo, tras el ingreso del Perú a una economía neoliberal y la apertura al capital extranjero. Así la inversión y, por ende el consumo, se orientan esencialmente al ámbito privado, que se liga a cierto despunte tecnológico. Se hace accesible, por ejemplo, la TV por cable, se extiende radicalmente el uso del celular, aparece la primera cabina de Internet (1995), etc. Más que un aparente estado de calma y bienestar, lo que hay en realidad son más opciones para distraerse.
Es en ese contexto que aparecen localmente una serie de propuestas muy influidas por el sonido del post rock británico (y todos los vicios que ello implica), del ethereal noise y básicamente de los escoceses My Bloody Valentine (asfixiante imagen tutelar para toda una generación de bandas). Los métodos del post rock: el uso de la instrumentación del rock para propósitos no rock, y el cruce con sonidos electrónicos, se asumen como camino trazado a seguir. Las guitarras distorsionadas y las atmósferas intimistas delinean el sonido emergente. Los ecos de ilustres peruanos en el exterior como Silvania dejarían también una marca crucial entre una ávida generación fascinada con experimentar y diferenciarse, pese a la carencia de recursos e instrumentos por parte de algunos (los músicos vienen de diversos estratos sociales).

Nacería entonces el colectivo Crisálida Sónica (1996), que estaría integrado por una serie de bandas jóvenes como Dios Me Ha Violado (luego Evamuss), Avalonia/Fractal, Espira, M.a.r.u.j.a., Catervas, Labioxinia, Magnafusa, Girálea así como los ya experimentados Hipnoascención. Darían conciertos en locales diversos como el Árabe Pub y el Más Allá, y dejarían una maqueta compilatoria que reuniría a cuatro de dichas bandas (Catervas, Espira, Hipnoascención y Fractal).
Catervas editaría en el '98 un demo debut de buena factura, muy influido por el sonido etéreo guitarrero y algunos resabios post punk. Editarían luego dos discos y su madurez los llevaría por caminos mucho más pop. Fractal editaría también una maqueta debut con un sonido que se movía entre la electrónica y el space rock, con un aire misticista poblando su propuesta de un lado a otro (más adelante su líder Wilder González armaría otros proyectos: El conejo de Gaia y Términus, además de compartir roles con Christian Galarreta y Jardín en un proyecto llamado Azucena Kántrix). Esa misma inquietud mística se encontraría también en la maqueta debut de Espira, Electr-om, recientemente reeditada, y en la que se reconocerían los ecos del sonido kraut rock. Uso (y abuso) del reverb y generación de ambientes gélidos (valga señalar que los inicios de Espira, y sus diversos nombres, Azul en silencio y Clarooscuro, estaban marcados por el sonido shoegazing). Tanto Miguel Ángel Burga como Aldo Castillejos, integrantes de Espira, formarían luego La Ira de Dios, una banda de psicodelia con matices de heavy metal e incursiones de space rock, publicarían en el 2003 un disco llamado Hacia el sol rojo, recientemente reeditado en Alemania por el sello Nasoni Records. Editarían maquetas también Girálea y Dios Me Ha Violado. Este último se transformaría luego en Evamuss, proyecto solista de Christian Galarreta, que pasaría por una serie de mutaciones sonoras, con marcados inicios shoegazing y post rock (su etapa más interesante), derivaría luego en electrónica con matices intelligent y finalmente en noise digital y ambientaciones melódicas.
No se puede dejar de señalar el trabajo de Labioxinia, proyecto de Fernando Ponce (Avalonia) quien logró incluir un tema en el compilado Solutions and Remedies del sello Claire Records, participando al lado de Flowchart, Wendy & Carl y Mahogany, entre otros proyectos post rock. Del mismo modo, y si bien al margen del colectivo, hay que destacar el trabajo de Resplandor. Con mayor vena shoegazing, el grupo que lidera Toño Zelada ha tenido una trayectoria silenciosa pero bastante agitada, con apariciones en diversos compilatorios extranjeros, giras al exterior y la edición de su último y muy recomendable disco Ámbar por el sello shoegaze alemán Alison Records, así como la reciente reedición de su Elipse por Tonevendor.

En la era digital, nuevo techno y noise
Los 90s abrirían también una puerta a un mundo más tecnologizado, el uso de computadoras y sintetizadores se hace más habitual y traería consigo el síntoma de un inminente universo mediático y de cultura global que permitirá refrescar los sonidos locales. Puede decirse que, si uno mira el espectro del techno, hay un relevo o cambio de curso hacia mitad de los 90s. Hasta entonces la electrónica estaba dominada por el techno y el synth-pop netamente ochentoso. Grupos como Ensamble y Cuerpos Del Deseo se convertirían en los principales representantes de este período, junto a ellos también desfilarían Arian 1, Posí (luego TKO.Systems), Paracas e Hipnótica.
Sería Leonardo Bacteria, tras sus autovapuleados inicios en el eurobeat, quien conseguiría con su Insumisión (1994) inocular al techno local de violentas descargas sónicas, arropándose bajo los sonidos del gabber, vertiente extrema del techno, exorcizando así su experiencia al lado de los grind noise MDA (1991). Sería el mismo Bacteria quien publicaría Infamia: una recopilación de música electrónica e industrial (1997), compilado que también reuniera a proyectos chilenos y que fuera editado bajo el sello Grabaciones Infames. Tiempo después Bacteria se convertiría en uno de los principales difusores del gabber en nuestro medio a través de su propio sello independiente Ya estás Ya Producciones.
De otro lado Erick Bullón sería el encargado de armar Estudios Embriológicos de Deformaciones: compilación ambient/industrial/noise, y un par de años después aparecería un volumen dos de la compilación Electroshock, documentando a una serie de grupos que habían realizado presentaciones bajo ese nombre. Los tres compilatorios funcionarían como testimonio de una diversidad de propuestas que se estaban gestando en el underground y que se legitimarían como la cara más hostil del sonido electrónico emergente por esos años. De estas fechas destacaría el trabajo de Erick Bullón, bajo las nóminas de Error Genético y Maximum Terrorem, quien venía trabajando desde fines de los 80s. Bullón armaría a su vez un proyecto paralelo llamado Pychulator, junto a Antonio Chávez y Carlos Chac (TSM, Sadomasters). Chávez también venía haciendo lo propio desde 1996 con KILL (Kolapso Intelectual Lacerando Lacras). Lo de KILL ha ido ganando cierta presencia en los últimos años, básicamente por lo llamativa de sus performances, que se han movido entre lo teatral y lo grotesco, haciendo uso de todo tipo de parafernalia industriosa. Shows muy intensos, sólo que sus tintes políticos suelen caer en el lugar común. Antonio ha tenido otros proyectos musicales que han ido desde el ambient noise (Naiadra Muriática, a mi juicio lo más interesante que ha hecho) y el desmadre techno (N, sin comentarios). Recientemente Antonio ha editado como Pychulator un disco llamado Invaginación para el sello Aloardí.
Una historia parecida a la de Bullón sería la de Marco Rivera, quien daría a conocer a su Jardín Vértigo, un proyecto de música electrónica que matizaba el ambient con sonidos post industriales, y que recién en el año '98 publicaría su demo debut Muzak Sutras, lo más interesante de sus cuatro discos editados hasta la fecha. Otros nombres que estuvieron en el ruedo: Reaxxxion, Inversor Demente y Mupne.

Muzik Stupid
La otra cara de esta historia son los proyectos dance. Además del citado Insumisión (quien se abriría también a sonidos más ruidosos), aparecerían una serie de artistas asociados a la cultura discotequera, pero cuyas propuestas buscaban darle un aire de modernidad al apenas existente sonido dance local. Las palabras tracker, fastracker, software, ecstasy, pinchar, sampler, empiezan a hacerse populares, a la vez que crece la demanda por las raves (hoy una de las empresas más rentables localmente). Nombres que estuvieron en el ruedo: Serge, Plaztikk, Unidad Central, Kollantes y DJ Kyleran (por una cuestión generacional podríamos incluir en la lista a los híbridos y no tan gratamente recordables Vacuna tu hijo).
En el caso de Serge, flautista salido de Acid Hamelin, editaría en el año '97 un notable trabajo titulado Acid Hamelin 2073, muy influido por los sonidos del jazz electrónico con una fuerte presencia rítmica que conseguía dotar a su sonido de una cadencia tan exquisita como efectiva. Unidad Central (antes Círculo Interior), por su parte, se inclinarían por los sonidos del trance y se harían de cierta fama entre la escena mayor, de hecho llegaron a tocar en algún importante festival de rock y fueron el único grupo netamente electrónico que formó parte de la antología Historia del rock peruano, que distribuyera el diario El Comercio. En 1998 editarían su disco debut Destino la tierra y más adelante Temponauta.
DJ Kyleran y Plaztikk serían quizá los que llegarían más lejos como propuestas que buscaban ser parte de una comunidad no definida ya por un territorio sino por códigos que más tienen que ver con el mundo mediático y la cultura global. DJ Kyleran fue quizá uno de los primeros en hacer pública su fascinación por el mundo de la Internet y los trackers (software musical bajado de la red), editaría en el año '99 su demo debut Habitat. Plaztikk, por su parte, era el seudónimo del artista plástico Iván Esquivel (El nombre de la rosa/Círculos). Más famoso y respetado por su trabajo plástico que por sus aventuras sonoras (alternó con algunos de los grupos citados anteriormente), Esquivel consiguió meter en la MTV un video llamado Number. Más allá de las connotaciones de vida y mundo digital expuestas en el video, se puede decir que Plaztikk fue el primero en manifestar claramente una propuesta multimedia sólida, hasta entonces inusual o anecdótica dentro de los circuitos musicales undeground y que luego se convertiría en un recurso habitual para las nuevas generaciones. Esquivel es actualmente líder de la banda pop Callahan y dirige el sello independiente Net Label Internerds.

Continuará
Luis Alvarado

Monday, February 13, 2006

En los extramuros del underground (parte 2)

Disidencia
Pero retrocedamos en el tiempo. Digamos que desde hace 18 años se ha ido tejiendo realmente una historia al margen. Si bien el interés por la experimentación no había estado ausente durante años anteriores, estos aislados intentos se habían circunscrito básicamente a ámbitos académicos o de jazz.

Una historia menos conocida aún. Para dar algunas pistas, habría que destacar los experimentos electrónicos y electroacústicos de Edgar Valcarcel, donde destaca Invención (1966) para cinta magnética, grabado en la Universidad de Columbia, durante su estadía como becario. Así como al visionario César Bolaños, quien tras estudiar en el Instituto Di Tella en Argentina, presentó en Buenos Aires, en 1967, Alfa y Omega, basado en textos bíblicos, pieza que incluía un coro mixto, sonidos electrónicos, guitarra eléctrica, bailarines y proyecciones de diapositivas. También hay que nombrar el trabajo de Leopoldo La Rosa (el primero en introducir el concepto de música aleatoria en nuestro país), Alejandro Núñez Allauca, Enrique Pinilla, Olga Possi Escot y Seiji Asato ya entrado los 70s. Después está el trabajo de Manongo Mujica, quien había estudiado percusión en Viena, a su regreso, a fines de los 70s, se encargaría de la realización de un ciclo de exploraciones musicales en el auditorio de Miraflores. Ya en los ochentas editaría Nocturnos (1981), junto a Arturo Ruiz Del Pozo y Omar Aramayo, seguido de Paisajes sonoros (1983) junto a Douglas Tarnawieski y el apoyo del legendario percusionista Chocolate Algendones y de Arturo Ruiz. También hay que señalar el trabajo de este último, quien tras estudiar composición en Londres realiza también algunas piezas electrónicas para luego decantarse por la New Age (es precursor de la electrónica andina). Tanto Ruiz Del Pozo como Mujica hicieron también música para películas.

Puede decirse que recién en la ebullición de lo que se conoció como “movida subterránea”, durante los 80s, es que germinaron experimentos musicales que poco tenían que ver con discursos de escuelas y mas bien con una perspectiva de "no músico". La experimentación sale a la calle, a la vida cotidiana. De otro lado, la experimentación (el uso de recursos electrónicos) como propuesta que encontraba puntos de contacto con la música pop y la cultura de masas tiene también aquí un punto de partida.

Algunos antecedentes de lo que podríamos llamar rock de avanzada en nuestro país pueden encontrarse en Los Saicos (1964) con su furioso y salvaje protopunk, Los Holys (1968) con una producción que incluía sonidos inverosímiles de reverberaciones interactuando magistralmente con sus guitarras llenas de surf y psicodelia y El Álamo (1971) con sus espaciales incursiones de sintetizadores moog apoyando el denso sonido psicodélico que más se les recuerda.

Habría que ponernos un poco en contexto. Si algunos aspectos definieron la década de los 80s estos fueron, por una parte, la inseguridad reinante debido a la violencia terrorista y la crisis económica que durante el último lustro ocasionó la inflación más grande que ha soportado el Perú, de ahí también las condiciones de precariedad en las que se tejió la escena más under. Y por otro, en el plano musical, una agitada discusión respecto a la validez y autenticidad de las prácticas musicales emergentes como el punk en un contexto de ideologías, a veces recalcitrantes, y mucha militancia estudiantil. Algunos reportajes de la época muestran a los "subtes" como vándalos y casi delincuentes. Ante ese “achoramiento” (palabra que se asocia al discurso callejero) el diagnóstico de algunos especialistas es positivo: "están pugnando por un cambio" sostienen muchos. Y es que el surgimiento de una renovadora movida subterránea de punk apareció como síntoma de un sentimiento de inconformidad y desencanto por parte de un nutrido sector de la población juvenil, reflejo fiel de esa violencia que los rodeaba y, como había ocurrido con sus referentes foráneos, como canal de protesta para esta turba de adolescentes con más ímpetu que destreza musical y por supuesto como ruptura de lo que hasta entonces se entendía como rock en nuestro país: contrario a lo que hacían muchos grupos, se canta ahora en castellano, se legitima el fanzine, se impone la maqueta como testimonio sonoro, y por ende la grabación casera y la filosofía del hazlo tú mismo. De esa época hay que destacar el trabajo de Narcosis, Delirios Krónikos, Autopsia, Feudales/Paisaje electrónico (inusual proyecto de orientación post punk donde militara el Narcosis "K-chorro" Vial, que incluía bases programadas de un casiotone), los primeros Leuzemia y Flema (con Iván Zurriburri tocando la guitarra más disonante de toda la movida), posteriormente aparecerían Masoko Tanga, Eutanasia, Yndeseables, Voz Propia, María Teta, Eructo Maldonado y Salón Dada. Una historia que ya habrá tiempo de contar en largo (el documental Grito Subte dirigido por Julio Montero, de Delirios Krónikos, recientemente reeditado en DVD, permite dar una mirada a este período). Importa más lo que ocurrió terminando la década. La resaca de una época difícil terminó por extinguir al movimiento subte. El cansancio por tanta actividad sumado a una generación que empieza a hastiar(se) de sus propias consignas se hace bastante evidente.
Lo que vino después fue una etapa de desconexión y aislamiento pero también de apertura. La idea de movida se disolvía en guetos y pequeñas tribus que iban radicalizando propuestas. De pronto la bombarda anarquista fue dejando paso al repliegue. La historia rockera siguió su rumbo, algunos saltaron hacia terrenos más pop, otros mantuvieron fielmente la consigna punk radicalizándose en guetos anarcos. Hasta mitad de los 90s, en que el rock surgido en las canteras underground se revitalizó con la reunión de Leuzemia y la organización de festivales que dieron a conocer nóveles y longevas bandas a las nuevas generaciones, en un intento por reproducir viejas épocas. Pero esa ya es otra historia.
Poco visible y ocasionalmente más interesante, hubo una línea oscura de propuestas que empiezan a distanciarse de los códigos subtes, abriendo su sonido por caminos no usuales en la escena. Al hablar de esta época bisagra Daniel F, líder de Leuzemia, dijo alguna vez: “la temática se diversifica totalmente, se libera, y hasta los grupos punk empiezan a cantar canciones de amor. Ya no estábamos aprisionados en un sólo formato, como que todo había estallado. Los noventas fueron eso: años en que se desataron un montón de cosas”.

Algunos grupos, sin embargo, marcaron un antecedente en los 80s. Recuérdese que si bien renovadores, la consigna sonora local en la movida estaba fuertemente asociada al punk y sólo en muchísimo menor medida a las vertientes del post punk. En ese sentido uno de los primeros grupos en marcar una distancia radical respecto a sus pares (además del ya citado Feudales) fue Disidentes. Sus performances incluían percusiones metálicas a veces procesadas con pedales, cajas de ritmos, teclados, voces pasadas por megáfonos y, eventualmente, sonidos sampleados, cintas y proyecciones de diapositivas. Corría el año 87. Más adelante se transformarían en lo que debe ser la primera banda estrictamente tecno-industrial surgida en nuestro país: T de cobre, compartirían cartel con Círculo Interior, Nosotros No, Reacción, Cuerpos Del Deseo y Ensamble -quienes venían tocando desde el 86- en un concierto inaugural llamado Síntomas de Techno (1988).
El mismo año de la irrupción de Disidentes aparecería Salón Dada, también orientados al post punk /dark, previo a lo que dos años después serían unos fascinantes Col Corazón. Estos últimos se distinguían por el uso de cellos, guitarras distorsionadas y las abstracciones vocales de su esmerada cantante Támira Basallo. Grabaron cuatro temas en un demo que jamás vio la luz. Por esas mismas fechas Cocó Revilla (miembro de la formación inicial de Salón Dada) iniciaría sus intervenciones performáticas y realizaría algunas presentaciones en la recordada No Helden del centro de Lima. Tiempo después Revilla junto a Mario Mendoza, antiguo bajista de Eutanasia, formarían Silvania, banda shoegazing (posteriormente ambient) Ambos instalados en Europa harían crecer la historia de Silvania muy alto.
Junto a Col Corazón coincidiría alguna vez en el mismo escenario un trío que se hacía llamar En nombre de la rosa, luego cambiarían su nombre por Círculos. Su sonido se distinguía por el uso de percusiones inestables sobre superficies varias, guitarras libres, sonidos de flauta y eventuales gritos que generaban una atmósfera por momentos bucólica y en otros, abstracta y acechante.

Puro ruido
Paralelo a esto se conformó un flanco más ruidosamente radical. Y si en las calles de la avenida Colmena encontrabas cassettes piratas de rock ibérico, new wave, techno y punk, también circulaban, con un culto innegable, cintas de Napalm Death, 7 Minutes of Nausea y Carcass. De ahí el surgimiento de una diminuta pero bastante cohesionada escena grind noise. De aquí debe rescatarse el trabajo de unos formidables Atrofia Cerebral, con sus disonantes explosiones de ruido de bajo y batería, tan breves como mesmerizantes. Corría el año '89. Un año después aparecerían otros kamikazes grind que se hacían llamar Audición Irritable, así como los fanzines Bulla Extrema y Ruido Mundial que permitirían dar a conocer los pormenores de esta escena y del acontecer internacional del circuito grind noise industrial, rótulo usado para definir todo lo que se amoldaba a sus códigos de velocidad y ruido (en el 2003 se publicó Batahola, un compilatorio de grind noise que compila a Audición Irritable, Estallido, Mierda Humana, Insensibilidad Enérgica y Esperpento, con temas de la época, y composiciones actuales, estas últimas lamentablemente no pasan el examen) Pero la sorpresa y el quiebre vendría iniciando la década. En marzo de 1991 el conocido caricaturista Álvaro Portales pondría en marcha el proyecto Distorsión Desequilibrada, cuyo Ataque sensorial auditivo se convertiría en el primer trabajo estrictamente noise publicado en nuestro país. Portales editaría 5 demos en total, de los cuales Fusión (1993) mostraría recién sus dotes como generador de maquinales masas de ruido, saturaciones de sonidos de fuentes no reconocibles y guitarras convertidas en estática. Lo-Fi de alto voltaje sin concesiones que cabalgaba a la par de un encendido discurso anárquico, legitimando el caos y la destrucción como respuesta, como prueba de una existencia. En Distorsión Desequilibrada también participaría Edgar Umeres, quien luego formaría un proyecto de similares características llamado Glaucoma.
Por otro lado, el guitarrista Óscar Reátegui se integraría a Atrofia Cerebral y TSM para luego seguir su trayectoria con el grupo Dios Hastío, con el que buscaría enlazar las sonoridades iniciadas con Sangama (1994), un proyecto donde Reátegui abriría su espectro a la creación de rugosos paisajes, misteriosos soundscapes prolijos en acoples, disonancias y percusiones tribales.

Psicodelia, ahí viene
De estos primeros años noventeros también datan los inicios de Hipnoascención (1993) (antes Katarsis) y de Atmósfera (quienes luego se sumarían a los primeros) La consigna sonora estaba adscrita a la neopsicodelia de Manchester, Spacemen 3 y asociados, y también al sonido garage. Hipnoascención luego inyectaría a su propuesta altas dosis de psicodelia alemana y es allí que definirían finalmente su sonido, que lograría generar gran admiración e influencia gracias a sus pulcras presentaciones. Recién en el año '99 publicarían su primer trabajo. Recientemente han editado un nuevo disco.

Continuará
Luis Alvarado

Thursday, February 09, 2006

En los extramuros del underground

Reproducimos aquí, en partes, una extensa nota de nuestro colega limeño Luis Alvarado que apareció en papel en el reciente número de su revista Autobus. El artículo lleva como subtítulo Otra historia: Música electrónica, noise, post-rock y rock experimental en el Perú y trata justamente de eso, de una nueva y peculiar escena que parece haberse gestado en los últimos tiempos en el país andino. For your pleasure...

Cuando uno busca en el diccionario el significado de la palabra extramuros se encuentra con definiciones como: "fuera de la ciudad" o "fuera de las murallas". Los extramuros son pues aquellos espacios ubicados más allá de los límites que definen un territorio legitimado. ¿Qué significa entonces hablar de los extramuros del underground peruano? Significa hablar de aquellas propuestas musicales que se han desarrollado fuera del espacio habitual de ese universo underground asociado a ciertos formatos rockeros, especialmente punk y, por lo tanto, fuera también de sus planteamientos, de sus modos de operar y de sus expectativas. Un mundo ubicado en una vía al margen, que ha ido teniendo en los últimos años un crecimiento considerable gracias al surgimiento de una serie de propuestas musicales carentes de un circuito estable, que más bien se han constituido como grupos e individualidades independientes, y que se han distinguido por sintonizar con ciertas vanguardias rockeras y electrónicas, sin miedo a transitar por planteamientos sonoros que pueden ir de lo extremo ruidista a sofisticados paisajes electrónicos, pasando por ejecuciones rockeras que rehuyen el lugar común. Pero ante todo los distingue cierta aureola solitaria, de artistas desterrados, sin una escena definida y mas bien fragmentada y disgregada.
Y es que hablar de extramuros lleva también una trampa implícita, y nos obliga a plantear cuestiones como: "arraigo conflictivo" o "síndrome de deriva". Uno percibe de estos extramuros una marginalidad que por momentos toma la imagen del destierro y el abandono, y una libertad que se construye en la no pertenencia, que se yergue en el cobijo de (sub)culturas que flotan intermitentes en esos alrededores oscuros, las mismas que pese a todo han podido tejer su propia historia, una línea tenue y frágil, pero persistente.
No tiene porque sorprendernos la existencia de esta área límite, lo que llama la atención es la gran cantidad de propuestas peruanas (principalmente limeñas) que bajo esas características se han ido dando a notar en los últimos años y que de alguna manera representan en conjunto una especie de grito silencioso, que antes de generarnos indiferencia debería ser un signo a evaluar, una señal de que aquí algo está pasando.
La intención de este artículo es tratar de descubrir esa posible historia de sonidos divergentes, identificando esas propuestas no vistas, esos sonidos muchas veces secretos donde abundan los proyectos paralelos, la experimentación y los tirajes limitados, los mismos que fueron apareciendo en las postrimerías de aquello que se conoció como “movida subterránea”, a fines de los 80s y se constituyeron como microescenas durante los 90s, hasta llegar a nuestros días, en que una computadora puede reemplazar a un estudio de grabación y todo se ha vuelto más grande y complejo de lo que parece.

Cero
Partamos de un aspecto significativo: a la poca repercusión que el rock ha tenido en el imaginario local, se le suma que nuestra pequeña historia rockera ha sufrido una serie de discontinuidades y frenos prematuros, cuyas razones parecen descubrir rasgos que definen nuestra idiosincrasia. En los setentas, por ejemplo, la falta de identificación entre las bandas de rock y el público migrante que se asentó en la capital fue un factor decisivo para la extinción de nuestra primera camada rockera (Un buen análisis de esta etapa en el artículo ¿Por qué se fue? ¿Por qué murió? de Fidel Gutierrez http://esculpiendo.blogspot.com/2004_10_01_esculpiendo_archive.html). Y por su parte, en los ochentas, un romanticismo/ dogmatismo radical entre los subtes que tras su desgaste no pudo encontrar un cauce para aspirar a una renovación. No es extraño entonces que actualmente aparezcan muchas propuestas que no le deban prácticamente nada a dicho pasado musical, no porque renieguen de ellas sino porque simplemente las ignoran, pues se han extinguido como presencia. Se trata pues de una serie de oleadas autónomas que se han hecho bastante visibles en los últimos años, gracias también a las posibilidades que el uso de nuevas tecnologías ha brindado para la producción independiente.
Esto ha ido creciendo y en la actualidad ese desarrollo ha supuesto la ilusión de una escena alternativa y, digamos, ecléctica. Una en donde conviven algunas de las variedades más inquietas de la música electrónica, el post rock, el noise y el rock psicodélico básicamente. No es inusual pues que diversos estilos aparezcan agrupados en compilatorios o que bandas muchas veces disímiles interactúen en un mismo concierto dejando constancia de esa variedad. Sin embargo no deja de molestar que esa convivencia generada tenga una razón antes que nada práctica. Lo que comparten los grupos no parece trascender más allá de una esperanza común por sacar adelante sus propios proyectos. Pero para bien existe la ilusión de una movida independiente que busca construir un espacio nuevo de acción.

Continuará
Luis Alvarado