La obra es cuanto menos shocking. Cumple lo que tantas otras de hoy, no sólo aquí en Buenos Aires, apenas anuncian, aunque acaben por mover a piedad, conmiseración. Su título –todo hay que decirlo–, llama a equívoco. “Lame Vulva” es punk, y comparte con otros de la teatral escena porteña una cierta predilección por espantar al burgués (o por invitarlo a una misa negra fraudulenta), cuando lo colman de un tedio que a veces debe conducir con todos los derechos al homicidio.
Cuando se encienden las luces, sobre la escena un joven sangra y una chica grita. Son adolescentes. Él está en camisa y pantalón que resultan un tanto démodés. Ella usa calzas y tiene puesta una remera de Boca Juniors. Estamos –en plena sala de La Ratonera, Corrientes al 5550- en un departamento de clase media que no es sólida, adornada con sobriedad, aunque con detalles (esos petits vrais faits) que resultan en un principio -sólo en un principio, ay- desconcertantes. Tal como ocurrirá con cada una de las escenas que se sucederán de ahí en más en la siguiente hora y pico. Tres golpes suenan en la puerta. Interrumpen los afanes de la joven -persecutoria, insoportable- por castigar al joven. Físicamente, es de suponer, pero sobre todo verbalmente. Los tres golpes son la contraseña a que debió acostumbrase la madre de ese joven que sigue sangrando y que ahora quiere recomponerse instantáneamente hurgando en una caja repleta de pastillas. La madre verá al hijo con un aspecto que recuerda, en el vestuario y en los gestos, al errático Charly García de todos estos días. Porque la joven es la novia del joven, su alterada conducta alcanza un nuevo clímax con la intromisión materna.
Madre y chica se disputarán con una ferocidad que parece solo reservada a las mujeres a ese único varón, preciadísimo como el oro, o el diamante. Las hembras terminarán por parecerse mucho entre ellas, aunque ganará la fuerza de los años, la experiencia triunfará sobre la inocencia. El final es imprevisible, y no defrauda. Es un drama, que por momentos conoce destellos de rigurosa tragedia -hecha hoy en Buenos Aires- y que, además, contiene una mirada, la de la dramaturgia de Martín Marcou, que no renuncia al humor, a la delicada ironía, ni mucho menos al sexo. Las actuaciones recaen en Checha Amorosi, Lilian Fitipaldi y Javier Rosón, y allí estarán listos para la acción todos los viernes, a las 22.30.
Sergio Di Nucci
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