“Toda dirección es un embuste”, viene machacando desde lejos la voz multifacética de Carolina Restuccia al comienzo de “Inmemoriam”, antes de que un dúo de saxos se corte abruptamente por una sección mínima y milimétrica de power trio en formato hardcore.
¿Lo es realmente? Basta concentrarse en el track en cuestión para descubrir un modo de componer sobre la base de pequeñas células generativas que se expanden, se metamorfosean, se reelaboran, se reproducen, se fragmentan, se descomponen, se desvanecen y renacen en el seno de cada uno de los diez temas. Un poco a la manera de los textos de Marcelo Cohen, cuyo orden se altera hasta el punto de suspender por un momento sus atributos sintácticos y semánticos. Como si ese sintagma sonoro, discursivo, estuviera sujeto a los caprichosos vaivenes de un paradigma hecho de memorias difusas y materiales siempre disponibles.
“La música prospera”, “al ritmo de la música se avanza”: una nueva duplicación, esta vez de vibráfonos, arropa un recitado que inaugura el fuerte procesamiento electrónico que caracteriza la segunda mitad del CD. En ese devenir de texturas, de una improbable pureza a una electroacústica engañosa, se articula el solapado universo sónico de Abel Gilbert, compositor riguroso de lo que aquí se escucha. Sagaz, algo taimado incluso, Abel se regodea en desafiarnos. A nosotros, oyentes incautos acostumbrados a las referencias estables y a los límites claros. Y él propone combinatorias inéditas en tríadas desopilantes: trío de maderas con guitarra bajo y batería, dos vibráfonos y voz con saxos soprano, barítono y alto. Difumina nuestras venerables expectativas genéricas al pasar sin transición aparente de la música de cámara al rock más visceral, de los gestos stravinskyanos de la nouvelle musique a un drone huidizo, de ciertos arreglos orquestales a la Henry Cow a una Sequenza de Berio. O encuentra una manera de trastocar la canción de “Progresiones” en el ruido blanco de “Guantanabu 3” a través de una sucesión de variaciones complejas con una naturalidad que desarma nuestros prejuicios más recónditos. Porque sólo despojándonos de ellos estaremos en condiciones de apreciar un disco que hace de la herencia musical un repositorio de potencialidades para actualizar, sin recaer nunca en ese cinismo posmoderno tan en boga. Lo suyo es otra cosa. Una respuesta directa, convincente, a la pregunta que aún hoy desvela a tantos contemporáneos: la de cómo hacer música después de la caída de los criterios tradicionales.
El disco estará saliendo por el sello italiano AltrOck en algún momento antes de que termine nuestro verano.
¿Lo es realmente? Basta concentrarse en el track en cuestión para descubrir un modo de componer sobre la base de pequeñas células generativas que se expanden, se metamorfosean, se reelaboran, se reproducen, se fragmentan, se descomponen, se desvanecen y renacen en el seno de cada uno de los diez temas. Un poco a la manera de los textos de Marcelo Cohen, cuyo orden se altera hasta el punto de suspender por un momento sus atributos sintácticos y semánticos. Como si ese sintagma sonoro, discursivo, estuviera sujeto a los caprichosos vaivenes de un paradigma hecho de memorias difusas y materiales siempre disponibles.
“La música prospera”, “al ritmo de la música se avanza”: una nueva duplicación, esta vez de vibráfonos, arropa un recitado que inaugura el fuerte procesamiento electrónico que caracteriza la segunda mitad del CD. En ese devenir de texturas, de una improbable pureza a una electroacústica engañosa, se articula el solapado universo sónico de Abel Gilbert, compositor riguroso de lo que aquí se escucha. Sagaz, algo taimado incluso, Abel se regodea en desafiarnos. A nosotros, oyentes incautos acostumbrados a las referencias estables y a los límites claros. Y él propone combinatorias inéditas en tríadas desopilantes: trío de maderas con guitarra bajo y batería, dos vibráfonos y voz con saxos soprano, barítono y alto. Difumina nuestras venerables expectativas genéricas al pasar sin transición aparente de la música de cámara al rock más visceral, de los gestos stravinskyanos de la nouvelle musique a un drone huidizo, de ciertos arreglos orquestales a la Henry Cow a una Sequenza de Berio. O encuentra una manera de trastocar la canción de “Progresiones” en el ruido blanco de “Guantanabu 3” a través de una sucesión de variaciones complejas con una naturalidad que desarma nuestros prejuicios más recónditos. Porque sólo despojándonos de ellos estaremos en condiciones de apreciar un disco que hace de la herencia musical un repositorio de potencialidades para actualizar, sin recaer nunca en ese cinismo posmoderno tan en boga. Lo suyo es otra cosa. Una respuesta directa, convincente, a la pregunta que aún hoy desvela a tantos contemporáneos: la de cómo hacer música después de la caída de los criterios tradicionales.
El disco estará saliendo por el sello italiano AltrOck en algún momento antes de que termine nuestro verano.
2 comments:
hola, excelente blog.. tenes idea si tocan los Factor Burzaco? saludos!!
No, nunca tocan, es difícil armarlo. Pero si algún día Abel se decide, lo anunciaré en el blog.
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