Perplejidad, disgusto,
fascinación, euforia: desorientada, una pareja me pedía que les explicara lo
que acabábamos de escuchar; seco, el sms de un amigo informaba: “me fui, I can’t stand it”; resplandeciente, una joven
música me decía que, después de esto, ya no necesitaba ver más directores de
orquesta argentinos; analítico, un conocido crítico desgranaba los pro y contra del concierto.
Una vez más John Zorn se las
ingenió para convocar una amplia paleta de emociones. La excusa consistió en la
presentación de Templars: In Sacred Blood,
sexto disco de Moonchild, banda que se remonta a 2006, así bautizada en honor a
una vieja novela del ocultista británico Aleister Crowley. Un proyecto que, en
palabras de su creador, combina composición e improvisación en un formato rock.
Una base rítmica impenitente (Joey Baron en batería, Trevor Dunn en bajo), las
técnicas vocales extendidas de Mike Patton (Faith No More, Mr. Bungle, Fantomas)
y el tecladista invitado John Medeski (Medeski Martin & Wood), con el
neoyorkino organizando el material desde las sombras.
Es esta una música
obsesionada por desarrollar una suerte de mood
a través de una tensión continua que elude cualquier tipo de relajación. Semejante
característica le concede al sonido una urgencia desmedida, que vuelve ominosos
los interludios más reposados y hace de los pasajes energéticos un show de
violencia extrema. Ayuda el repertorio de gritos, chillidos, graznidos,
declamaciones y susurros en nuestros oídos de Patton, la versatilidad de una
base que trasciende las distinciones genéricas y ese continuo pendular del
órgano entre sustains ambientales y
ataques espasmódicos. Tamaña intensidad, lejos de promover una respuesta física
despreocupada, es extraordinariamente cerebral. Un extenuante muestrario de
citas que va de la liturgia católica y los cantos gregorianos al sinfónico
clásico, de antiguos ensambles zornianos como Naked City y Painkiller al doom y
el death más actuales, del avant-jazz al spaghetti western. La historia de la
orden de los caballeros templarios adelgazada en una sucesión de instantáneas
que remite a los modos perceptivos de la televisión y a aquellos viejos dibujos
animados de la Warner Bros., musicalizados por Carl Stalling, con los que todos
hemos crecido. Elecciones estéticas de indudable impronta posmoderna que le han
valido a Zorn defensores y detractores igualmente acérrimos, en una polémica de
difícil resolución, que excede su desbocada productividad para plasmarse en un
asunto de principios acerca de las posibilidades de la música en la época de su
reproductibilidad tecnológica.
Y aunque los materiales y los
medios sobre los que discurrió el show se corresponden con las alarmas de buena
parte del arte contemporáneo, bastaron dos bises en los que Zorn, enfundado en
sus eternos pantalones camuflados, subió al escenario para dirigir a sus
colaboradores en una de esas improvisaciones con cortes abruptos y clímax noise
que tanto le gustan, para convencernos de que no importa cuán posmodernas sean
las ambiciones, persiste sin embargo, irrevocable, esa figura del compositor
que remite a una era que, de repente, ya no se nos antoja tan lejana.
Moonchild, teatro Coliseo,
Buenos Aires, 14 de junio de 2013
Aparecida en la web de la revista Otra Parte: http://revistaotraparte.com/semanal/musica/moonchild-en-el-teatro-coliseo/
Aparecida en la web de la revista Otra Parte: http://revistaotraparte.com/semanal/musica/moonchild-en-el-teatro-coliseo/
2 comments:
This is cool!
Para todos los que nos gusta la musica esta bueno tener la posibilidad de disfrutar cada vez que llega al país un gran artista. Incluso cuando viajo al exterior me gusta tener la chance de disfrutar al ver músicos que no llegan a nuestro país. Como hace poco logre obtener pasajes a roma, me gustaría poder conseguir entradas para un buen recital
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