Ninguna innovación tecnológica es en sí misma buena o mala. Depende de su uso y del conflicto de intereses entre aquellos que pugnan por apropiársela. Tiempo atrás un sujeto cortó y pegó en su blog decenas de links de discos de krautrock. (Parece ser una práctica corriente por estos lares, acabo de ver otro sitio que levanta 147 direcciones para bajar álbumes del género) En minutos, los comments se llenaron de bloggers iracundos que le reprochaban su falta de ética y su imprudencia. Relacionaban la cuestión ética con el hecho de apropiarse del trabajo ajeno. No era él, rezaba el argumento, quien se había tomado la molestia de subir todos esos discos. Al pegarlos en su blog no sólo usufructuaba el esfuerzo de otros, también lo descontextualizaba y lo volvía anónimo.
Esta línea de razonamiento merece nuestra simpatía pero no deja de tener problemas. El principal consiste en que apela a un criterio –si no de propiedad, al menos de posesión- que es exactamente el mismo al que los blogs para bajar música intentan contraponerse. Subir un disco para que todos puedan compartirlo no es un mero gesto simbólico. Supone una democratización radical en lo que hace al acceso a la música. Puede que la propiedad del objeto físico permanezca a título individual pero su posesión no es ya patrimonio de un único afortunado. No soy muy ducho en cuestiones legales pero entiendo que lo que se colectiviza es algo así como el derecho de usufructo. Todos podemos disfrutar ahora de discotecas que, gracias a la tecnología y a los buenos oficios de sus propietarios, pierden su carácter privado. Lo anterior se sostiene siempre y cuando asumamos que la diferencia de almacenamiento sonoro (de CD a MP3) es asunto de grado y no de esencia. Discutir el tema motivaría otro extenso post, así que prefiero dejarlo pasar por el momento.
Pongámonos por un instante en abogado del diablo: medido en términos de difusión y circulación democráticas, nuestro infortunado amigo no hizo más que seguir la lógica que, en primera instancia, originó este nuevo tipo de blogs. Si el trabajo todavía da derechos, definitivamente no parecen ser de la clase que imaginaba Marx siguiendo a los economistas políticos clásicos.
Creo que tardaremos un buen rato en acostumbrarnos a esta nueva forma de intercambio inmaterial. Muchos bloggers aún se quejan cuando alguien sube un disco que ellos habían posteado antes. ¿Pero cómo podemos reivindicar algo semejante al derecho de autor en un ámbito que lo desprecia por completo?
Hay aquí una cuestión de acentos. Quienes piensan de ese modo detentan la idiosincrasia del collector, orgulloso de sus posesiones y desconfiado de las facilidades inéditas del sharing. Como si esperaran algún tipo de recompensa -aunque sea simbólica- por sus esfuerzos. De allí la condena al gesto de reproducir supuestos links “ajenos” sin el debido reconocimiento. Claro que tratar un link como se tratan las fuentes en un texto académico suena un poco absurdo. En esa comunidad ideal que la mayoría de los bloggers tienden a celebrar, debería ser suficiente recompensa el hecho de que otros aprovechen como les plazca sus servicios. Aunque a todos nos guste que cada tanto nos den las gracias por nuestro trabajo.
Quizás no tendríamos que apresurarnos a sacar conclusiones optimistas en exceso. Tal vez la posibilidad de obtener música gratuita constituya una revolución con mayúsculas pero nuestros hábitos distan bastante aún de haberse liberado de la camisa de fuerza del capitalismo. Que conservemos cientos de archivos en nuestro disco rígido que probablemente nunca escucharemos invita a ese consumismo a ultranza que delata nuestra proveniencia. Todos somos hijos de esa sociedad repetitiva que, en palabras de Jacques Attali, “produce el exterminio del uso por el cambio”. Todavía se trata de tener (no importa qué) como seña de distinción en un mundo de homogeneidad cultural e identidades prefabricadas.
Distinto es el caso de la segunda acusación -en un registro semántico que va de la imprudencia a la estupidez lisa y llana-. Se trata de la venerable polémica acerca de si este tipo de blogs decretará por fin la anunciada muerte del disco y de toda la economía que se generó a su alrededor. Como tal, la trataremos en nuestro próximo posteo.
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