Monday, June 09, 2008

Mediodía en el Malba


Vuelve con este pequeño texto, en lo que esperamos sea un regreso con gloria, la pluma de nuestro amigo dilecto Sergio Di Nucci, quien promete retomar las colaboraciones frecuentes que solía enviar antaño. Abajo encontrarán un extenso artículo sobre Stockhausen de otro reincidente, el no menos dilecto y amigo Daniel Varela. Y hasta yo, Norberto Cambiasso, venceré mi proverbial pereza y postearé más seguido. Una forma de calentar motores para la nueva versión de Esculpiendo Milagros en papel, que sólo espera a que aparezca un encantador y desaforado financista que nos otorgue la módica seguridad de que no tendremos que cerrar después del primer número. Gente hay y de la buena, ideas sobran, falta el metálico. Si saben de alguien, please, soplen. Mientras, aquí mantendremos encendida la llama.


Son a veces curiosas las reacciones de la gente común ante una obra contemporánea. Para felicidad de sus impulsores, y en especial de su creador el español Jaume Plensa, desde su erección, y cuando al fin llega el calor, decenas de niños y niñas –latinos, morenos, asiáticos y blancos- corren y pelean, juegan, se mojan semidesnudos en la Crown Fountain de la ciudad de Chicago. Se trata de dos grandes torres que echan chorros de agua y muestran por medio de pantallas rostros de ciudadanos anónimos. Todo un éxito la reacción, ya que esta fuente se ha convertido entonces en la primera fuente “dinámica” de la historia –la idea de fuente “ha nacido bajo el concepto de inmovilismo”- ¿y qué mejor que propiciar, y lograr, el contacto humano en estas, las nuestras, “sociedades deshumanizadas”?
Los vecinos del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, los automovilistas o pasajeros que pasen por la Av. del Libertador, pero sobre todo los visitantes, verán sobre su explanada, porque es imposible no verla, una gran torre repleta de luces que por momentos se prenden, y por momentos se apagan. Las luces son verdes, amarillas y rojas, y se encienden las de los niveles más elevados de la torre –allí el rojo reina- cuando se intensifica el ruido callejero. Si la obra tiene pretensiones ambientales o sociales o políticas en términos amplios –la contaminación sonora en las grandes urbes, etc.-, así no lo han entendido los escolares que salían del museo cargando objetos desconcertantes hechos de tergopol y palitos –todos somos artistas, les han enseñado seguramente adentro. Amontonados a los pies de la torre, los niños iniciaron una terrible competencia de gritos: la idea era lograr encender las luces rojas de arriba.

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