Después de Nuégado de serpientes -su legendario dúo con Alan Courtis- y su paso por los comienzos de Reynols, Christian Dergarabedián, alias C.D., alias Earzumba, decidió radicarse en Barcelona y dedicarse a un tipo de experimentación que no reniega de la accesibilidad. Justo en estos días en que, en el marco del nuevo Experimenta, Alan y Christian renovarán su asociación de antaño, presentamos cuatro muestras, comentadas en pequeñas dosis, de su particular universo sonoro.
Afuera de la naranja. Audiobot, Bélgica, 2005.
Es éste un disco que parece condensar buena parte del universo de la electrónica pop. Christian Dergarabedián no está obsesionado por las últimas mutaciones del beat bailable sino por los antecedentes de las décadas del ’70 y el ’80. Del conjunto de asociaciones que despliegan estos once tracks destacan las referencias al tecno artesanal de un grupo como Yello, cierto krautrock de la escena de Düsseldorf (más Neu! que Kraftwerk), el sentido del humor de unos Residents y hasta algún funk más cercano a The Last Poets que a cualquier combo actual. C.D. es muy consciente de la existencia de una tradición que sabe usar en su propio provecho sin mimetizarse nunca con sus modelos. Su música más bien parece interrogarse acerca de la posibilidad de instaurar una distancia irónica cuando todos los sonidos ya han sido concebidos y ejecutados. El pone a disposición sus samplers y sus teclados para provocar la pregunta de si en verdad también han sido escuchados como se merecían.
Simulando un refugio. Old Gold, Atlanta, USA. 2005.
Simulando un refugio. Old Gold, Atlanta, USA. 2005.
Experimentación sonora, más abstracta que en otros discos de Earzumba pero conservando cierto grado de accesibilidad. Mucho uso de cintas, acompañado por theremin, guitarras con delay, percusión casera, flauta y un Fender Rhodes. Una sinfonía de ruidos que funcionaría a la perfección como soundtrack de una película de suspenso (en particular, el extenso track que titula el álbum). Hasta cierto punto, cercano a algunas búsquedas de la música concreta, con mecanismos de collage pero sin la obsesión de ésta por ocultar la fuente de sus sonidos, aún cuando aquí también el procesamiento vuelva a los sonidos irreconocibles. No obstante, la impronta digital del conjunto permanece claramente audible.
Bestia infernal. Dial sin fin 003, 2006.
Una plunderfonía juguetona, menos preocupada por las cuestiones éticas y de copyright ligadas a la apropiación (como es el caso del canadiense John Oswald), y más volcada a la idea de la música como un inmenso museo disponible para su actualización a través de la sampladelia y el cut and paste. Por eso desfilan por aquí Billy Joel y Screamin’ Jay Hawkins, Elvis Presley y Enrique Santos Discépolo, Metallica y David Bowie, en líneas inicialmente reconocibles que el sampler va transformando hasta borrar toda pureza originaria. No faltan pequeños manifiestos de provocación, como en ese “Cage” que se repite en “Mentiras elaboradas artesanalmente”. O los cinco minutos introductorios de “Olas de fantasía excitada”, que no progresan hacia ninguna parte y sirven apenas como sutil comentario crítico de la excitación artificial de los conciertos de rock. Un largo track más ambiental de 30 minutos completa el registro.
Real ruido pastizo. editions_zero 13, Barcelona. 2007.
Ya desde los títulos se adivina la voluntad cinematográfica de Real ruido pastizo. Balazos, gritos, ruido de motores, golpes y demás sonidos concretos enhebran una historia escrita a base de samplers y cintas que se permite un collage de referencias que abarcan desde la música de películas hasta el reggae y el ska. La unidad narrativa del disco se sostiene gracias al sentido de la ironía y del humor del que Christian Dergarabedian ha dado sobradas muestras en trabajos anteriores. El punto más alto del álbum es “Bernardo y Silvestre”, un mix de citas al compositor mexicano Silvestre Revueltas y al gran hacedor de soundtracks Bernard Herrmann que se desarrolla a través de sonidos sostenidos y confirma la aureola generalizada de misterio que domina el resto de los temas.
Bestia infernal. Dial sin fin 003, 2006.
Una plunderfonía juguetona, menos preocupada por las cuestiones éticas y de copyright ligadas a la apropiación (como es el caso del canadiense John Oswald), y más volcada a la idea de la música como un inmenso museo disponible para su actualización a través de la sampladelia y el cut and paste. Por eso desfilan por aquí Billy Joel y Screamin’ Jay Hawkins, Elvis Presley y Enrique Santos Discépolo, Metallica y David Bowie, en líneas inicialmente reconocibles que el sampler va transformando hasta borrar toda pureza originaria. No faltan pequeños manifiestos de provocación, como en ese “Cage” que se repite en “Mentiras elaboradas artesanalmente”. O los cinco minutos introductorios de “Olas de fantasía excitada”, que no progresan hacia ninguna parte y sirven apenas como sutil comentario crítico de la excitación artificial de los conciertos de rock. Un largo track más ambiental de 30 minutos completa el registro.
Real ruido pastizo. editions_zero 13, Barcelona. 2007.
Ya desde los títulos se adivina la voluntad cinematográfica de Real ruido pastizo. Balazos, gritos, ruido de motores, golpes y demás sonidos concretos enhebran una historia escrita a base de samplers y cintas que se permite un collage de referencias que abarcan desde la música de películas hasta el reggae y el ska. La unidad narrativa del disco se sostiene gracias al sentido de la ironía y del humor del que Christian Dergarabedian ha dado sobradas muestras en trabajos anteriores. El punto más alto del álbum es “Bernardo y Silvestre”, un mix de citas al compositor mexicano Silvestre Revueltas y al gran hacedor de soundtracks Bernard Herrmann que se desarrolla a través de sonidos sostenidos y confirma la aureola generalizada de misterio que domina el resto de los temas.
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