Bang!
Dirección: Dora Milea. Con Julia Azar, Sang Min Lee, Marcelo Martínez y Jose Luis González.
Los lunes, a las 20.30 en La Carbonera, Balcarce 998. Entrada $ 20.
Cuatro indiviudos, sentados frente a cuatro mesitas, miran al público con ojos bien abiertos. Están callados, están muy tensos. Uno de ellos suda, respira fuerte. Otro, más alto y más flaco, mira ahora hacia un costado. La que tiene más años mueve las manos, y la joven del medio, que tiene rasgos orientales, comienza a abrir sus piernas, con paciencia asiática: la falda se le corre, el desnudo avanza, el público observa. El silencio –que se extenderá durante toda la obra– resulta opresivo. Al punto que mínimos incidentes cobrarán una fuerza desproporcionada. Como cuando de pronto cae del techo una banana (sí, una banana) y una voz en off exhorta a los personajes a que la agarren. Los cuatro visten de gris, con trajes obsoletos que acaso recuerden los uniformes de ministerios estalinistas, o de la Corea del Norte actual. Pero no, la denuncia de esta obra llamada Bang! es al mundo de la vida cotidiana en países como el nuestro, con democracias muy imperfectas, pero democracias al fin. La moraleja es amarga, apocalíptica: vivimos una vida dirigida, vigilada y castigada por abstractas-maliciosas-represivas instancias, por panópticos o “Grandes Ojos” que lo controlan todo, y ya poco podemos hacer para cambiar las cosas. Al punto de que hasta nuestra propia muerte es ordenada (y aceptada alegremente por los protagonistas) por esa voz en off neutral, fría y femenina (como después de todo ha sido mujer la representación en Occidente de La Muerte). En una obra experimental sobresale un cierto humor gestual, de movimientos impecables. Porque a pesar de la opresión, todo discurre muy aceitadamente, y esto es una virtud de la obra. La joven oriental, que es la más sexuada de los cuatro, también es la más valiente, y lo uno por lo otro. Es la que se anima a seguir sus impulsos e, incidentalmente, la última en morir. Acaso en esto se vislumbre una esperanza de felicidad posible, aquí y ahora. Para los expectadores, desde luego. No para los protagonistas.
Dirección: Dora Milea. Con Julia Azar, Sang Min Lee, Marcelo Martínez y Jose Luis González.
Los lunes, a las 20.30 en La Carbonera, Balcarce 998. Entrada $ 20.
Cuatro indiviudos, sentados frente a cuatro mesitas, miran al público con ojos bien abiertos. Están callados, están muy tensos. Uno de ellos suda, respira fuerte. Otro, más alto y más flaco, mira ahora hacia un costado. La que tiene más años mueve las manos, y la joven del medio, que tiene rasgos orientales, comienza a abrir sus piernas, con paciencia asiática: la falda se le corre, el desnudo avanza, el público observa. El silencio –que se extenderá durante toda la obra– resulta opresivo. Al punto que mínimos incidentes cobrarán una fuerza desproporcionada. Como cuando de pronto cae del techo una banana (sí, una banana) y una voz en off exhorta a los personajes a que la agarren. Los cuatro visten de gris, con trajes obsoletos que acaso recuerden los uniformes de ministerios estalinistas, o de la Corea del Norte actual. Pero no, la denuncia de esta obra llamada Bang! es al mundo de la vida cotidiana en países como el nuestro, con democracias muy imperfectas, pero democracias al fin. La moraleja es amarga, apocalíptica: vivimos una vida dirigida, vigilada y castigada por abstractas-maliciosas-represivas instancias, por panópticos o “Grandes Ojos” que lo controlan todo, y ya poco podemos hacer para cambiar las cosas. Al punto de que hasta nuestra propia muerte es ordenada (y aceptada alegremente por los protagonistas) por esa voz en off neutral, fría y femenina (como después de todo ha sido mujer la representación en Occidente de La Muerte). En una obra experimental sobresale un cierto humor gestual, de movimientos impecables. Porque a pesar de la opresión, todo discurre muy aceitadamente, y esto es una virtud de la obra. La joven oriental, que es la más sexuada de los cuatro, también es la más valiente, y lo uno por lo otro. Es la que se anima a seguir sus impulsos e, incidentalmente, la última en morir. Acaso en esto se vislumbre una esperanza de felicidad posible, aquí y ahora. Para los expectadores, desde luego. No para los protagonistas.
Sergio Di Nucci
3 comments:
fui a ver la obra. una decepción: la oriental no se desnuda, carajo.
Hola, muy interesante el post, muchos saludos desde Chile!
Interesante post, estoy de acuerdo contigo aunque no al 100%:)
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