Monday, September 15, 2008

Clásica y Moderna

Despreciada por simplista, una de las tantas comparaciones entre Ingletarra y Francia dice que aquella es país del capricho, de la irracionalidad, del respeto en las formas –la viril exhortación al grace under the fire–, del apego al misticismo y a la magia –no olvidemos a la Rowling-. En cambio Francia es el de la racionalidad, del orden, de la claridad. Un francés que vive hace tiempo en Argentina, pero que mantiene su acento y resiste la argentinización, advirtió hace tiempo que, a pesar de los éxitos de los que ha gozado la Teoría Francesa (hay que decir que más hacia el exterior -en Estados Unidos o Argentina- que hacia el interior del "Hexágno", Francia sigue siendo un país cartesiano. Lo que en uno de sus niveles significa que Francia adora el disenso, las relaciones siempre conflictivas de estar a favor o en contra de algo, con ánimo de encontrar una verdad, y no temerle al ridículo.

La exposición de las obras del artista norteamericano Jeff Koons en el Palacio de Versalles, que se prolongará hasta el 14 de diciembre, muestra hasta qué punto ese tradicional ánimo francés por el cartesianismo sigue vigente. Francia, en septiembre de 2008, discute qué es, y qué deja de ser, clasicismo. Como las obras de Koons se alojaron en la sede oficial del clasicismo, la rabieta fue inmediata. ¿Qué hacen esas obras acá –un tipo de obra que busca siempre "desterritorializar" los espacios, o "cuestionarlos" porque los "interroga"-, sino burlarse de la tradición clásica francesa? Prontamente descalificados de "rancios conservadores" a quienes formularon públicamente esa pregunta, los animadores de la gestión declararon que "está muy bien que allí estén los conejos metálicos de Koons. Primero, porque no es difícil imaginar a la Ciccolina en la cama del Rey Sol –la ardiente ex senadora fue esposa del artista norteamericano- y, además, porque las obras geométricas de Koons son clásicas. Híper-clásicas. No resultan entonces desubicadas, sino que el palacio en todo caso es el desubicado, por excesivo, por barroco, por gratuito". Desde luego, se trata de una respuesta ingeniosa: "aunque el ingenio, tan british, casi nunca es sinónimo de inteligencia, ni de justicia", decía ese gran autor clásico (y francés, por supuesto).

Sergio Di Nucci

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