Monday, July 27, 2009

Cuando la contradicción manda


Michel Houellebecq detesta a Jacques Prèvert, por las razones que expresó en un brevísimo ensayo publicado hace años, que llamó “Jacques Prèvert est un con” y del que ofrecemos –ya se verá por qué- sus partes más sobresalientes:

“Jacques Prévert es uno de esos hombres cuyos poemas aprendemos en el colegio. Resulta que amaba las flores, los pájaros, los barrios del viejo París, etc. Pensaba que el amor alcanzaba su plenitud en un ambiente de libertad; en general, estaba más bien a favor de la libertad. Llevaba gorra y fumaba Gauloises. Es lamentable comprobar que ese repugnante realismo poético, cuyo principal artífice fue Prévert, sigue causando estragos, y que la gente se lo atribuye a Leos Carax como si fuera un halago.

Enamorados que se besuquean en los bancos públicos, boom de natalidad, construcción masiva de viviendas de protección oficial para alojar a toda aquella gente. Mucho optimismo, mucha fe en el porvenir y un poco de imbecilidad. Sus poemas rebosan de esos estúpidos juegos de palabras que gustan tanto en Bobby Lapointe; pero es cierto que la canción es, como suele decirse, un género menor, y que hasta los intelectuales tienen que distraerse. No obstante, ahora ha entrado en la Pléiade, lo cual constituye una segunda muerte.

Ahí está su obra, completa y fechada. Es una magnífica ocasión para preguntarse por qué la poesía de Prévert es tan mediocre, al punto de que uno siente a veces, al leerla, algo (o todo) de vergüenza. La explicación clásica (su escritura «carece de rigor», dicen los estudiantes de Letras) es completamente falsa. En realidad, a través de sus juegos de palabras, de su ritmo leve y nítido, Prévert expresa a la perfección su concepción del mundo. La forma es coherente con el fondo, que es lo máximo que se puede exigir de una forma. Por otra parte, cuando un poeta se sumerge hasta ese punto en la vida, en la vida real de su época, juzgarle según criterios meramente estilísticos sería un insulto. Si Prévert escribe, es porque tiene algo que decir. Eso lo honra.

Desgraciadamente, lo que tiene que decir es de una estupidez sin límites. A veces da náuseas. Hay chicas bonitas y desnudas, hay burgueses que sangran como cerdos cuando los degüellan. Los niños son de una simpática y cómoda inmoralidad, los marginales son seductores y viriles, las chicas bonitas y desnudas entregan su cuerpo a los marginales, los burgueses son viejos-obesos-impotentes, condecorados con la Legión de Honor, y sus mujeres son eminentemente frígidas. Los curas son orugas viejas, asquerosas que inventaron el pecado para impedir que vivamos.

Jacques Prévert es un mal poeta, más que nada porque su visión del mundo es anodina, superficial y falsa. Ya era falsa en su época. Pero ahora deslumbra por su nulidad, hasta el punto de que toda su obra parece derivarse de un tópico gigantesco. A nivel filosófico y político Jacques Prévert es, sobre todo, un libertario. Es decir, fundamentalmente, un imbécil. Ahora chapoteamos desde nuestra más tierna infancia en las «aguas heladas del cálculo egoísta». Podemos acostumbrarnos a ellas, intentar sobrevivir en ellas, podemos también dejarnos llevar por la corriente. Pero resulta imposible imaginar que la liberación de las fuerzas del deseo sea capaz, por sí misma, de provocar un 'recalentamiento'. Una anécdota cuenta que fue Robespierre quien insistió en añadir la palabra «fraternidad» a la divisa de Francia. Ahora estamos en condiciones de apreciar eso plenamente. Desde luego, Prévert se consideraba partidario de la fraternidad. Pero Robespierre no era, ni mucho menos, adversario de la virtud”.

Es sabido que Michel Houellebecq fue una de las fuentes de inspiración de las que se nutrió Iggy Pop para su último cd, Preliminaires. Especialmente gustó a Iggy Pop La posibilidad de una isla, acaso el libro más aburrido de un autor que resulta siempre estimulante. Iggy Pop viajó hace uno o dos meses a Francia, se encontró con Michel Houllebecq, charlaron y coincidieron en elogiar perros y lamentar la condición humana, etc. Pero no hablaron de Prévert, a quien Iggy Pop le rinde tributo en su cd: en francés recita palabras el norteamericano. Son palabras que escribió Prévert, dedicadas, ¡ay!, a la “caída de las hojas, en otoño”.


Sergio Di Nucci

3 comments:

Anonymous said...

Tambien muchos admiradores argentinos de Houellebecq se parecen a Prevert. Especialmente en eso que dice Houellebecq, que hay gente que expresan de manera correcta cosas estúpidas. Porque su visión del mundo es anodina. Ahí tenemos el caso de Alan Pauls. Y una larga lista.

Anonymous said...

Lo anodino parece ser el único horizonte posible en la literatura argentina de estos días. Cómo extraño a Bioy Casares...

José said...

Houellebecq siempre escribe y habla como un burguesito mandón. Seguro que su papá lo maltrataba de la misma manera. Atacar a Prevert no me parece muy meritorio, a esta altura de los hechos me parece casi meritorio que la poesía de Prevert le guste a alguien. Ah! Ahora muchos extrañan a Bioy.

José