1- Primero fue The Rapture. Unas guitarras fracturadas a la Gang of Four, el pulso del bajo y el canto punk, ligeramente desafinado. “House of Jealous Lovers”, en su versión 12 pulgadas, dominó las pistas de baile neoyorquinas en el 2002. Nadie se preocupó demasiado por el parecido de la voz de Luke Jenner con la de Robert Smith o por la influencia evidente del post-punk británico, que convocaba a consagrados (PIL, Wire) y oscuros (Josef K) por igual.
Después le tocó el turno a “Me and Giuliani Down by the School Yard”. Unos cuantos golpes metálicos a la Nitzer Ebb cedían paso a un bajo de sonido prominente, marca registrada de Chic. Ritmos angulares, una líneas escuetas de trompeta y el crescendo de guitarras anunciando un climax con reminiscencias de New Order (casi todo lo que suena en estos días las tiene). Nueve minutos que transformaron a este tema de !!! en el más bailado del 2003, en esos mismos pisos encerados que el año anterior habían sido testigos del trajín, repetido mil y una noches, de los amantes celosos.
Dos canciones que se convirtieron en himnos de las huestes discotequeras y anticiparon la reciente explosión del punk-funk (o discopunk si prefieren). Otras no tuvieron tanta suerte pero no carecieron de presencia en el eter, el escenario y la pista. Radio 4 viene insistiendo desde el ´99 con esos manifiestos -más nerviosos que agresivos- que mezclan ritmos dub con letras comprometidas en el estilo de los Clash. Su sonido derivativo los relega a ser una banda de segunda línea pero no impide que, cada tanto, facturen un par de temas disfrutables como “Calling All Enthusiasts” y “Dance to the Underground”.
Con su single del 2002 -“Losing my Edge/ Beat Connection”- LCD Soundsystem anduvo empeñado en otra clase de militancia. "I'm Losing My Edge. To the kids from France and London. But I was there, I was there in 1968, I was there at the first Can show in Cologne." Un tono de autoconmiseración entre tanto beat electrónico y referencias al indie como the saddest night out in the USA dan la pauta de uno de los blancos a los que apunta esta movida. Otro favorito en las fiestas de Williamsburg, de la mano de James Murphy, una mitad -la otra es Tim Goldsworthy- del team de productores más cool del momento. Su curriculum indica que son los propietarios de DFA (Death from Above, el sello de Black Dice) y principales responsables de la metamorfosis de The Rapture, una mediocre banda de Sub Pop devenida en fenómeno dance gracias a la mágica mezcla de ritmos pegadizos, actitud punk y producción low-fi (aunque no se note).
Una última mención para Out Hud, mis favoritos del lote. Con raíces en el hardcore punk de Yah Mos y compartiendo miembros con !!!, se caracterizan por un funk espacial que no elude súbitas irrupciones de noise industrial y algunas asociaciones con el euro-beat de Front 242 y cía. Más oscuros, menos predecibles que sus pares, transitan una zona borrosa entre el dub, el post-rock y el noise.
2- ¿Se trata entonces del enésimo revival? No precisamente.
Pongamos por caso el Echoes de The Rapture. La letra del primer tema cita al Phantasmagoria de los Damned, la del segundo, a Heaven 17. “House of Jealous Lovers” y “Echoes” parecen arrancados de algún hallazgo feliz del First Issue de PIL. Y la voz será The Cure hasta la irritación pero su sonido es mucho más crispado, menos empalagoso que el de los adalides del dark-angst.
Todos estos chicos son demasiado conscientes como para reducirlos a un único gesto imitativo. Lo suyo trasciende la mera copia y se adentra en la exploración. La de un momento congelado en el tiempo, un lapso del pop -digamos entre el ´79 y el ´81-´82-, que no fue superado sino apenas descartado. Para 1984, U2 y Annie Lennox, Phil Collins y Duran Duran hegemonizaban los rankings y borraban cualquier rastro de experimentación post punk que pudiera persistir.
Hubo un tiempo que fue hermoso. Y esta es una época fascinada con los sonidos de aquella otra. Cuando se fusionaban géneros en apariencia tan contradictorios como el punk y el dance, la alquimia del pop desprejuiciado invadía los rankings, las cuestiones de clase, raza, sexo y sexualidad estaban a la orden del día entre los rockeros, había toneladas de actitud, diversión y buenas ropas, la movida tenía sus intérpretes inteligentes en críticos como Paul Morley y Ian Penman y hasta Sun Ra aparecía en las tapas del New Musical Express.
Después vendría el C-86, la desorientación y el oportunismo (salvo un instante brillante y aislado en la Melody Maker del ´88 y en las iluminaciones de My Bloody Valentine), la legión de shoegazers, la farsa de Manchester ´89 (Stone Roses, Happy Mondays, Inspiral Carpets, Charlatans) y la larga agonía del ladismo en los ´90, de la mano de Oasis, Nick Hornby y sus secuaces. Para ponerlo en palabras del crítico David Stubbs, “la mayoría de los últimos veinte años han sido, al menos en la música pop, un error crónico.”
3- Algo está empezando a cambiar. La No Wave recupera su momento con las reediciones recientes de Mars y DNA (sigue esperando, hasta donde sé, el seminal No New York producido por Brian Eno). Los amantes del avant-dance redescubren el funk neurótico de sellos como ZE Records y 99 Records. Liquid Liquid, ESG, Konk y Bush Tetras son bendecidos por esta nueva hagiografía. Se alaba ahora el genio admirable de Arthur Russell y algunos ya mencionan a Larry Levan. ZE regresa a lo grande con Mutant Disco- A Subtle Dislocation of the Norm, doble CD que expande un álbum originario del ´81 y revela al eterno August “Kid Creole” Darnell, a dancing queens como Lizzi Mercier Descloux y Cristina, a los olvidados Was (not Was), al ubicuo Bill “Material” Laswell, al impredecible James Chance/ White y a los imprescindibles Aural Exciters entre otras perlas.
Del otro lado del océano unos cuantos reparan al fin en la importancia de Adrian Sherwood y el On-U Sound, aunque Pigbag y Rip Rig and Panic esperen turno para su exhumación. El sonido de Factory y las producciones prístinas de Martin Hannett (Buzzcocks y Magazine, pero también A Certain Ratio y Section 25) vuelven a tener actualidad. Conocidos como Wire, Gang of Four, PIL, New Order y otros configuran el soundtrack de nuestros días pero la lista de oscuridades a la que apelan las nuevas bandas es de una exquisitez interminable: Delta 5, Glaxo Babies, Essential Logic, Josef K…
A finales de los ´80, cuando compartía entusiasmos con Pablo Schanton y nuestra afición por el rock se transmutaba en los primeros escarceos periodísticos, revisamos los comienzos de la década con cierto rigor no exento de pasión. Y a juzgar por lo que se lee hoy en la blogósfera o en las revistas argentinas, nada parece haber avanzado en los últimos 20 años. El olvido, la confusión o la ignorancia siguen siendo moneda corriente. Y aunque al folklore vernáculo le encante presentarnos como enemigos irreconciliables, dudo que haya muchos que conozcan tan bien ese período como Mr. Schanton.
4- La escena del punk funk tiene un plus sociológico que la distingue de sus influencias. Una historia ligada a la Quality of Life Initiative de Rudy Giuliani, el nefasto ex-alcalde de Nueva York. Para controlar la vida nocturna de la ciudad, el fascista de Giuliani apeló a unas leyes antiquísimas y racistas, las Cabaret Laws de 1926, que impedían cualquier intercambio entre blancos y negros en el contexto del renacimiento que el Harlem experimentaba durante los tiempos dorados del jazz y los menos rutilantes de la Prohibición.
En su versión 2003, se usaron para regular las discotecas y criminalizar conductas tan espontáneas como la de ponerse a bailar al ritmo de una canción. Así, si dos o tres personas sacudían sus cuerpos alrededor de un Jukebox, como el local no estaba habilitado, tanto su dueño como los movedizos comensales incurrían en una contravención. Lo mismo valía para los conciertos. Cuando llegué aquí por primera vez y vi que nadie se movía en los recitales, pensé que los yanquis vivían en estado vegetativo.
La inquina de Herr Rudolf contra cualquier hermandad nocturna de espíritus libres se ajustaba a su festejada política de seguridad (la infamemente célebre tolerancia cero) y ocultaba un plan maestro: correr a la población indeseable -bajo la cual se rotulaba a criminales, delincuentes de poca monta, violadores, consumidores de drogas, homeless, trabajadores, amantes de las discotecas y a cualquier habitante de la fauna nocturna por igual- hacia los límites de la ciudad, en lo posible hacia los suburbios. Limpiar Manhattan de cualquier elemento “sospechoso” y promover el alza exorbitante de los alquileres y del valor de las propiedades que hoy castiga a Nueva York. Calidad de vida, entonces, era sinónimo de esta opresión subterránea que transformó a las Cabaret Laws de instrumento racista de antaño en uno claramente clasista.
5- Este es el contexto que convirtió al “Me and Giuliani” de !!! en un éxito masivo. En la principal ciudad del mundo, bailar se asemeja mucho a un acto político de rebeldía. Hay locales habilitados, claro. Pero la abrumadora lista de exigencias anula a los pequeños competidores y deja en la escena a los que mueven ingentes cantidades de dinero. El nuevo alcalde, Bloomberg, accedió al poder con el aporte monetario de los grandes “terratenientes” y no atina a revertir la situación. Que sumada a la nueva persecución contra los fumadores exaspera el asunto hasta límites indecibles.
De ahí también la cita al film Footloose (con Kevin Bacon de protagonista) en la última palabra de la canción de Chik Chik Chik. Una película mediocre sobre la prohibición de bailar por parte de un líder religioso en una pequeña comunidad perdida de los Estados Unidos.
Es esta complicidad entre una ideología populista, la mezquindad mental del habitante medio de los suburbios y los intereses del gran capital la que moviliza a la América de Bush. La que transforma la intemperancia pueril de estos versos de “Pardon My Freedom” –otro tema de !!!- en un acto de estricta justicia: “like I give a fuck like I give a shit like I give a fuck about that shit/ like I give a fuck about that motherfucking shit/ and you can tell the president to suck my fucking dick”
Después de todo, en estos años de inmundicia Bu(ll)-shi(t)-sta, sé de pocos rockeros que le hayan dicho tan clara y sonoramente a Mr. Bush que les chupe la pija.
Norberto Cambiasso
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