Wednesday, April 14, 2004

En catálogo: Viajero Inmóvil

Detrás del sello Viajero Inmóvil se encuentra Felipe Abel Surkan, escultor e hincha fanático de Quilmes. Buceador incansable de la música progresiva y el rock argentino, se ha dedicado últimamente a desenterrar algunos tesoros del amplísimo catálogo de discos nacionales que permanecen inéditos en CD gracias a la estupidez de las grandes compañías. Sus ediciones son tan cuidadosas como limitadas, dado el paupérrimo interés de medios, periodistas, gerentes de las disqueras y público en general por entender algo de nuestro pasado y separar la paja del trigo en lo que a nuestra tradición musical se refiere. Por eso es digno de todo elogio que, sin reparar en los figurones de siempre o en potencialidades “comerciales”, el bueno de Felipe se descuelgue con esta finísima tanda de ediciones que pasamos a comentar.

Qué están celebrando los hombres fue el álbum que Nono Belvis y Kike Sanzol grabaron en los estertores de la agrupación M.I.A. (Músicos Independientes Asociados), allá por 1982. Veloces ejercicios de guitarras y percusión inspirados en los discos que escuchábamos por entonces –Keith Jarret, Egberto Gismonti, Hermeto Pascoal, el jazz rock de Weather Report y Return to Forever, la “Rumba entre dos aguas” de Paco de Lucía, el Elegant Gypsy de Al Di Meola o el del famoso trío de guitarras de estos dos con John McLaughin-; esos discos que el punk y la new wave nos enseñaron a detestar y que ahora aprendemos a revalorar. El resultado es más que promisorio, con algunas incursiones en el folclore e improvisaciones bastante arriesgadas para la afasia experimental del mainstream. El vibráfono de Kike Sanzol incluso recuerda por momentos al Pierre Moerlen´s Gong. No obstante, el efecto final detenta una melancolía ajena a cualquier cualidad celebratoria, muestra acabada de una nostalgia porteña que se cuela por doquier.

Esa que asume sin prejuicios Talismán, disco del gran Rodolfo Alchourrón grabado en diciembre del ´94. Música ciudadana con inmejorables arreglos, composiciones matizadas y esa característica tan suya de desplazarse sin esfuerzo por el jazz, el tango y el folclore. El grupo acompaña con rigor, destacándose los teclados de Pablo Saclis y con Alchourrón colocándose en un papel secundario como guitarrista. El punto bajo es la voz de Naty Swartz, con sus fastidiosos lara-la-la, la modulación insoportablemente correcta y el registro sin inflexiones que forman parte de una escuela de cantantes femeninas que abarca a las horrorosas Julia Zenko y Silvina Garré. Una lástima. Pero más allá de esta recaída, cualquier iniciativa que contemple a este genio no reconocido constituye un verdadero motivo de celebración.

La melancolía también se adueña de El vuelo de los olvidados, olvidado disco del grupo Canturbe de 1980. Pródigo en buenas canciones, el rock nacional eligió esa forma accesible para traducir una historia compleja. La que por aquel entonces restauraba en los labios y en los adormecidos cerebros de los argentinos palabras como “dictadura” y “desaparecidos”. Canciones urbanas que se inspiraban en el Invisible de El jardín de los presentes, aires tangueros y la presencia de Charly Garcia como invitado. Soledad y aislamiento eran obsesiones excluyentes en las letras. Pero justamente por eso, nadie parecía escuchar en esos días.

Tampoco escucharon al trío Pacífico, aunque su único disco -La bella época- salió en 1972, época que tampoco era muy bella, apenas menos espantosa que la que vendría después. No obstante, el Renoir Belle Époque de la tapa, las guitarras y el piano acústicos, las evoluciones de la flauta y cierta lírica de la naturaleza, con abundantes alusiones al sol, el día y el mar, delataban que aún había lugar para el optimismo. Ya eran tiempos violentos: la Pesada rompía todo en el Luna Park y las bandas principales –Pescado Rabioso, Color Humano, Pappo´s Blues- se volvían más eléctricas y pesadas. Como contrapartida, se organizaba el Acusticazo. Pacífico no estaba ni aquí ni allá. Por eso los ritmos latinos y jazzeados del piano, sus flirteos con la bossa nova y los buenos arreglos corales –antes de que Santaolalla los convirtiera en la marca registrada de Soluna- pasaron desapercibidos.

Siendo la ingratitud el rasgo distintivo de la idiosincrasia argentina no debería sorprendernos la nula recepción que todos estos álbumes tuvieron en su momento. Ahora, gracias al sello Viajero Inmóvil, tienen una segunda oportunidad. Ojalá que la historia, en todos los sentidos, no se vuelva a repetir.

Norberto Cambiasso

PD: Me olvidaba. Pueden acceder a la página del sello haciendo click en viajero inmóvil, que también funciona como distribuidora de discos de diversos países sudamericanos y ha editado algunos grupos nuevos. Entre ellos, debe destacarse el excelente segundo CD de Las Orejas y la Lengua, titulado Error, que merecerá un comentario aparte.

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