Wednesday, April 28, 2004

New Rock America. El nuevo estatuto del rock experimental.

En el 2003 surgieron como hongos festivales que convocaron bandas de nombres pintorescos y sonidos extraños: el Free Folk Fest en Vermont, 5000 Strings of the Sun (clara alusión a Incredible String Band, un grupo que recién ahora se comienza a revalorar y en favor del cual, debemos decirlo, el buen Alfredo Rosso ha venido batallando desde hace años) en Portland, Empty Bottle y Locust Acid Folk Fest en Chicago, De Stijl/ Freedom from Festival of Music en Minneapolis, la última versión del No Fun Festival en Brooklyn y, al otro lado del océano, el Rome Wasn´t Burned in a Day organizado por un incansable Julian Cope que, desde su web page, ha estado presentando a un público más amplio las excentricidades de Vibracathedral Orchestra, Sunn O))), Sunburned Hand of the Man, Khanate y algunos más.
Afortunadamente no son días fáciles para las etiquetas apresuradas y las categorías fijas. Por eso, cada uno ha acuñado la suya para denominar el fenómeno. Barbarian rock`n´roll lo bautizó el propio Julian, new weird America y free folk explosion rezaba la tapa de un número de The Wire que retrataba el neohippismo de los Sunburned en un entorno pastoral, de sub-underground gusta hablar el periodista David Keenan y nuestro colaborador Iván Daguer también recurre al término free folk en un artículo, el único del que tenemos noticias en lengua española, que unos cuantos supieron apreciar en Chile y en Argentina.
No existe denominación unívoca para esto, más parecido a un exabrupto que a una escena. Los rótulos son legítimos en la medida en que traducen una tendencia, porque de eso se trata en última instancia. Un conjunto heterogéneo de estrategias para producir el rock experimental del nuevo siglo.
Tampoco hay un centro geográfico definido. Los Vibracathedral son británicos, podrían (o no) incluirse los italianos de Larsen y My Cat Is An Alien. Y aunque la mayoría proviene de Estados Unidos, se encuentran dispersos a lo largo y a lo ancho de su despareja geografía. Animal Collective, Black Dice -sobre los que reportamos en un post reciente- y Double Leopards están afincados en New York City; Jackie-O-Motherfuckers en Portland; los Sunburned en Massachussets; a Six Organs of Admittance lo presumimos californiano; Wolf Eyes renueva la escena noise de Michigan; de Charalambides -un trío originario de Texas- dos miembros se han mudado a Philadelphia y el otro a San Francisco; Davis Redford Triad están instalados en Portland pero su guitarrista divide obligaciones entre su grupo y los alemanes Faust; Tara Burke -la dama detrás de Fursaxa- también vive en Philadelphia; Jack Rose –con dos flamantes álbumes solistas- conoció a sus compañeros de Pelt en Richmond, Virginia; los Lightning Bolt siguen en Providence, Califone y Town and Country ofrecen una música más sedada desde su cuartel general en Chicago y los Burning Star Core proceden de Ohio.
La convivencia de géneros es tan promiscua como inclasificable. Post-metal en Sunn O))), Khanate y Noxagt, noise entre metálico y abstracto en Lightning Bolt, Sightings y Wolf Eyes, noise armónico en Black Dice, noise psicodélico en Animal Collective, folk improvisado, psicodelia, tribalismo y caos anarquista en colectivos como los de Sunburned y No Neck Blues Band, narcolepsia en algún espacio indefinible entre el folk, el drone y las guitarras en Fursaxa y Six Organs of Admittance, sonido organizado en Jackie-O-Motherfuckers.
Sabrán perdonarnos esta cansadora enumeración. Es sólo un anticipo de lo que estaremos contándote en sucesivos posteos, a la manera de esos viejos dossiers que siempre caracterizaron a Esculpiendo Milagros. El despertar repentino de un tropel de bandas que han hecho de la experimentación con el sonido su religión. Que revisan sin prejuicios el pasado para generar la música del futuro. Que han dinamitado los límites entre los géneros sin remordimiento alguno. Nuestro próximo post sobre el asunto comenzará a desentrañar el hilo de la madeja. Las características y el contexto de una movida que ha puesto otra vez a Estados Unidos en el centro de la escena pero comparte complicidades con Europa y con tradiciones en apariencia muy dispares.
¿La América de Bush? No precisamente. Aunque resulta imposible sustraerse a la sensación de que, entre muchas otras cosas, se trata de una válvula de escape ante el fanatismo evangelista y la estupidez ciega de esta administración. Menos altisonante que el grunge de los ´90, menos confortable en sus certezas que el post-rock previo. Enigmática y amorfa, elusiva e inaprensible. Por eso mismo, mucho más recompensante.

Norberto Cambiasso

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