En los festivales de cine, las secciones de música son fáciles de programar cuando los films tienen algo de música y muy poco de cine. No fue el caso del Bafici 2004, que logró generar un espacio fílmico para proyectar (el término es deliberado) una música que no es la de todos y hacer oír las notas diferentes aun de un grupo como los Ramones. Dos películas sobre la más argentina de las bandas de punk armaron un rompecabezas hecho a la medida del grupo, formado por sólo dos piezas. Hey Is Dee Dee Home? es del 2003 y fue filmada por el norteamericano Lech Kowalski. En 63 minutos demuestra que no hay nada menos árido que el sexo, las drogas y el rock’n’roll y cómo se puede pasar del desgarro a la risa irrefrenable. El film es también un monólogo de Dee Dee diez años antes de su muerte.
En End of The Century, del mismo año que el anterior, y con 47 minutos más, los norteamericanos Michael Gramaglia y Jim Fields consiguen un resultado menos espectral y con menos ventrilocuismo. Y comprobaron cuáles son los efectos de esa combustión espontánea que hace que un grupo de personas no se toleren y sean diferentes. Pero que no puedan dejar de ser Los Ramones.
Estos dos films parecían los convidados de piedra en un festival de cine independiente (que observamos repleto de jóvenes del Interior que viven en Palermo, o en Belgrano, o en Caballito). Lo opuesto ocurrió con Buscando a Reynols, del argentino Néstor Frenkel (2004, 75 interminables minutos), que verifica que una nota de eemm-blog puede contradecir a otra, como el punk más alto refuta las banalidades de cien discos del avant rock más trivial, rebuscado y menos riesgoso. En el catálogo del Bafici, el joven crítico de rock Marcelo Panozzo lamenta que la fama de Reynols se deba a que cuenta con un baterista con Síndrome de Down. Desde acá podemos lamentar que Panozzo clausurara allí su diagnóstico, y se haya abstenido de deplorar o celebrar los síndromes de un director que necesitó de una agrupación que publicó más de cien discos para dejar en pronóstico reservado al cinéfilo curioso.
Eduardo Nureyewicz
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