Monday, July 12, 2004
Univers Zero: El triunfo de la voluntad
1- Univers Zero cumple treinta años de carrera y los festeja con la edición de Implosion (Cuneiform, 2004), su noveno álbum. Para ser honestos, festejar no es un verbo que abunde en el vocabulario musical del grupo, dueño de algunos de los sonidos más oscuros de los que el mundo guarde memoria.
Pongamos por caso Heresie (1979), disco mortuorio si los hay. La negritud fúnebre de la cubierta y de las vestimentas, la foto con uno de los miembros en silla de ruedas, la instrumentación de cámara, básicamente acústica (fagot, oboe, violín, viola, harmonium, órgano, piano más bajo, guitarra y batería), apenas tres temas largos con nombres como “La guadaña” -símbolo medieval de la muerte- y “Jack el destripador”, las líneas dilatadas, ominosas, configurando la sombra de una melodía que se negaba a evolucionar, el fagot al frente y esa perplejidad a la hora de decidir si se trataba de una banda que provenía del principio de los tiempos o anticipaba un futuro que no alcanzábamos a vislumbrar.
Surgieron de las cenizas de Arkham, un trío de teclados, bajo y batería con influencias canterburianas. Tras el paso fugaz de su líder Daniel Denis por Magma, ensayarían bajo el nombre de Necronomicon hasta adoptar el definitivo de Univers Zero en algún momento de 1974, coincidiendo con el giro del grupo desde las agitadas aguas de la improvisación hacia el terreno firme de la composición. Composición que constituiría uno de los pilares de un estilo, la nouvelle musique, del que supieron ser pioneros junto a los franceses de Art Zoyd.
Sus dos primeros discos –uno homónimo de 1977, pronto rebautizado 1313, y Heresie- proponían un chamber rock que no conocía antecedentes pero terminaría por acumular una legión de seguidores. Hasta tal punto que Bélgica, su tierra natal -que tan esquiva e indiferente les resultara a lo largo de su carrera- alberga hoy alguno de los nombres (Cro Magnon, Louis Avenue, Maximalist, Pantha Rei, Fukkeduk) más elocuentes de esta tradición.
Con su tercer LP, Ceux de Dehors (1981) electrificarían su sonido sin renunciar a sus rasgos distintivos: la polirritmia, los cambios imprevistos de tiempo, los ritmos en medidas inusuales, el cromatismo, su gusto por las escalas menores, la influencia de compositores como Bartók, Stravinski, Penderecki, Xenakis y el ignoto connacional Albert Huybrechts, cierto parecido de familia con Magma y la Third Ear Band, el folklore del este europeo, algunas progresiones del jazz, la tensión gótica de sus arreglos y ese aire sombrío, casi siniestro, que se cuela por doquier.
Después de la grabación de Heatwave (1986), su sexto LP, sobrevendría la separación, agotados por un aislamiento de dos décadas que su participación en Rock in Opposition entre el ´78 y el ´80 tampoco logró evitar. Hubo que esperar trece años a que la banda decidiera su regreso. Pero a juzgar por los resultados -The Hard Quest (1999), Rhythmix (2002) y el que nos ocupa- la espera valió la pena.
2- La nueva versión de Univers Zero parece haber limado un tanto las asperezas. Los temas son más cortos pero persiste ese sonido crispado que pugna por aprehender no ya el apocalipsis, sino los denodados intentos de los sobrevivientes por recuperarse del mismo. La cualidad atemporal de la banda es engañosa. Su música no refiere a un universo arcano ni se rodea de una mitología compleja como la de Magma. Más bien parecen empeñados en reducir la tradición a cero para imaginar desde allí las posibilidades futuras.
En ese sentido, restringirlos a una fascinación espúrea por lo gótico y lo medieval no les hace el menor servicio. Nada más alejado del grupo que la pantomima y el gran guiñol de mucho de lo que la prensa suele identificar bajo la etiqueta del dark. El aura de alienación en la música de UZ es auténtica. Y la música en sí, esa aspiración a una pureza sonora inexistente, hace de su búsqueda un gesto conmovedor, cuyo cumplimiento siempre dilatado basta para adjudicarles un carácter utópico que toda concreción denegaría.
Univers Zero fue siempre un grupo extremo, sin necesidad de apelar a ninguna imaginería extramusical, como ha sido el caso del industrial u otros géneros. La inmanencia ha sido y es el ámbito de sus experimentos, la transformación abrupta de las células rítmico-melódicas, el sello distintivo de su estilo.
Hay en Implosion una preocupación renovada por las texturas, la extensión de los parámetros compositivos que siempre caracterizaron al grupo, ejercicios microtonales (Partch´s X-Ray), flirteos con el free jazz (como en el solo de trompeta al final de “Temps Neuf”), ritmos folklóricos del este europeo (“Falling Rain Dance”), viñetas musicales casi amables (“Rapt D´Abdallah”) y una extraordinaria capacidad para producir variaciones a partir de elementos mínimos, como demuestran las dos partes de “Mellotronic”. Y una síntesis electrónica -que incluye el uso de samplers y teclados- mucho más pronunciada que en su primera época.
En concentrar influencias disímiles mientras se permanece fiel a un sonido propio y singular, en perseguir una idea durante treinta años sin dejarse vencer por la hostilidad del entorno, en la obsesión por desarrollar un universo coherente a partir de unas cuantas percepciones generales y primarias, en la devoción inusitada por convertir esas intuiciones en formas musicales de rara meticulosidad, quizás en todo eso radique la verdadera actitud progresiva. A despecho de su reducción a un género desparejo y mal comprendido, se trata aquí simplemente de no renunciar a esa voluntad de progreso tan vapuleada en los cínicos tiempos que corren.
contacto: www.cuneiformrecords.com
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