Reproducimos aquí una pequeña nota de nuestro apreciado Daniel Flores, aparecida originariamente en La Nación del 5 de Marzo, en el contexto del VI Festival Buenos Aires Tango. Una reflexión entre perpleja y sarcástica del nuevo boom del tango electrónico.
Cuando todavía persisten focos de debate acerca de si la música de Astor Piazzolla es o no tango, llega un desafío aún mayor a la tolerancia de la más ortodoxa e intransigente vieja guardia tanguera.
Ya desde el nombre puede provocar escozores: tango electrónico, le dicen. Dos palabras que se recomienda pronunciar lenta y respetuosamente si se sacan como tema de conversación, por ejemplo, ante los parroquianos del bar El Chino, de Pompeya.
Pero ahí está, no se puede ignorar. Aunque hubo intentos anteriores, los primeros en trascender con esta nueva ola de fusión de bandoneones y ritmos electrónicos fueron Gotan Project, ensamble del argentino Eduardo Makaroff y músicos europeos. El gran público conoció después Bajo Fondo Tango Club, proyecto del siempre atento productor Gustavo Santaolalla, que también mezcló fueyes y bandejas de DJ y hasta cortó el tránsito de la avenida Corrientes para armar un gran baile híbrido a fines del año último.
En este contexto, el abarcador VI Festival Buenos Aires Tango le dio también un lugar en su programación a la tecnomilonga, y de alguna manera oficializó el fenómeno, por si hiciera falta. Grupos como Narcotango, Ultratango y San Telmo Lounge se presentaron en el Chacarerean Teatre, sala de una ubicación que no desentona con la propuesta: Palermo Hollywood.
Preguntas y respuestas
Narcotango, por ejemplo, tuvo su turno anteanoche. Y su líder, el guitarrista Carlos Libedinsky, no por nada eligió hablar antes de tocar el primer tema: "A esto le dicen tango electrónico, pero ¿quién sabe qué es?", preguntó, consciente de que la cosa suscita ciertas dudas.
Naturalmente, por tratarse de un supuesto subgénero emergente la pregunta de Libedinsky se replanteó en cada obra de Narcotango en esa noche y se adivinaba también rondando el momento íntimo de la composición: ¿es tango?, ¿es tecno?, ¿es tango electrónico?, ¿cómo se baila?
Efectivamente, la música del sexteto se apoya sobre bases programadas y batería en vivo, pero sintetizada, de tiempos variables, pero siempre firmes, además de samplers y teclados.
Sonido de bandoneón
Por otro lado, cuenta con el definitorio sonido del bandoneón, de ineludible connotación, ejecutado justamente por el más interesante "narcotanguero": Patricio Bonfiglio, un dark de interpretación emotiva e intensa, actitud experimental y piercings, conocido por su trabajo con la Orquesta Típica Fernández Fierro. Cierran el círculo la guitarra de Libedinsky, algunas percusiones, un violín y un contrabajo de buena madera.
El estilo, entonces, parece plantearse por la instrumentación, por las herramientas antes que por el lenguaje. Pero, ¿"Vi luz y subí", con el que abren, sería tango si no tuviera bandoneón? El tango es tango por más que no suene ningún fueye, pero ¿se puede decir lo mismo del tango electrónico? ¿Puede la tecnomilonga ir más allá de la cita de algunos clichés tangueros sobre un soporte digital?
Los que no dudan, sin embargo, son los jóvenes locales y extranjeros (en proporciones similares) que festejan cada pieza de Narcotango. Para qué hablar de las valientes parejas que salen a la pista e intentan seguir el ocasional ritmo house como si le sacaran viruta al piso de la Confitería Ideal, La Flor de Boedo o La Catedral.
Narcotango avanza con un remix en vivo de "Mi Buenos Aires querido", nada menos, con pasajes de improbables géneros como "milonga dub" y "trip hop candombero", casi todos con climas eminentemente cinematográficos, como bandas de sonido de películas sobre la bohemia porteña contemporánea. Así, hasta llegar a los bises de un repertorio impecable.
La pregunta fundamental, no obstante, sigue en el aire, entre los aplausos: ¿es el tango electrónico un oxímoron?
Daniel Flores
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