"Si pudiéramos dar un premio al mejor actor cómico, se lo habríamos dado a Bush. Pero atención: Fahrenheit 9/11 no es un film sobre el jefe de la Casa Blanca ni sobre la guerra, es una obra sobre el sistema que sufrimos, sobre el poder que manipula". Con estas certeras palabras, Tilda Swinton -una de los nueve jurados en Cannes- abría la conferencia y explicaba una decisión sorpresiva. Tarantino presidía al jurado y agregó: "El nuestro no ha sido un voto político. El film de Moore es el mejor: hace pensar, divierte amargamente, angustia con la pena y con el horror".
Lo cierto es que Michael Moore, de 50 años y originario de Flint, Michigan, cosechó otro gran premio. A él, que lo han definido como hostil al liberalismo, aliado de Sadam, cómplice de Osama, enemigo de América, periodista gordo y ramplón... (los detractores profesionales tienen incluso un sitio repleto de injurias, en la tierra de la "libertad": michaelmoorehatesamerica. Moore, por su parte, está acostumbrado a las críticas y sabe que Cannes ha transformado en una mina de oro su film. Lo cierto es que Fahrenheit 9/11 es más que un alegato político, es una espacio de disenso. Ojalá haya muchos más Michael Moore.
Eduardo Nureyewicz
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