Con Miles of Smiles (DFA, 2004), el dúo asentado en Brooklyn, New York, viene a consolidar un sonido que ya es su marca de fábrica. Si Beaches and Canyons -su anterior y único larga duración- sorprendía con una nueva forma de encarar el noise y utilizaba elementos naturales tales como una secuencia interminable de olas (“Endless Happiness”), un año después el escenario cambia a un bosque nocturno, donde el ruido de los insectos y otros habitantes toman el disco por las astas.
Esta obsesión de Black Dice por reproducir ciertas atmósferas naturales no es un gesto casual. Tal como lo señala Norberto Cambiasso en una nota del mes de abril, “Estos son días donde la abstracción comunica más que los discursos. Y donde los sonidos imaginan una sociedad futura que desmiente el autismo de la sociedad presente”. El tiempo de los discursos lingüísticos ha dado paso a una nueva forma de expresión; y esta propuesta sonora se asemeja a una válvula de escape que intenta arrancar de todo el entorno urbano y comunicacional que lo rodea.
“Trip Dude Relay”, es el segundo corte del disco. Un verdadero viaje onírico que se inicia con toneladas de drones que crecen en intensidad a medida que transcurren los minutos. La intensidad da paso a la calma, matizada con ciertas explosiones electrónicas plagadas de percusión que comienzan a sucederse continuamente en un loop que no tiene fin.
Cientos de fotos componen el arte del disco y ejemplifican una necesidad de comunicación, quizás no en términos convencionales. Pero que es entendida por una nueva generación, esa misma que se decepciona y reniega de su América neo-conservadora e imperialista, y que cuenta con todos los recursos tecnológicos a su alcance. Aunque paradójicamente se encuentre profundamente atrapada y aislada por estos mismos recursos.
Cuando te encuentras atiborrado de información que entra y sale de tu cabeza durante todo el día, cuando el entorno social en el que te mueves no te permite una salida convencional a tus emociones, la creación de un paraíso virtual e inerte, como plantea Black Dice, no es una idea descabellada. Si a fines del los 70’s Joy División proponía una idea de aislamiento a través de una suerte de revolución personal que pondría fin a las manifestaciones colectivas (o al menos a su efectividad), dos décadas mas tarde, ya no hay lugar para la angustia personal. Las emociones solo son transmitidas mediante gestos artificiales dentro de un entorno virtual que es acomodado según nuestra preferencia. Un hecho sintomático que preanuncia la llegada de vientos de cambio.
Iván Daguer
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